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Sólo para adultos.

Publicado el 23 noviembre 2011 por Bypils @bypils

Advertencia / Warning : Este texto NO lo pueden leer los niños.

“…Cerré los ojos con tanta fuerza que empecé a ver estrellitas de color blanco que chispeaban a mi alrededor. No me atrevía a respirar, por sí me oían.

Ellos no podían saber que estaba despierto…

Intenté estirar un poco la pierna, que había encogido en posición fetal, pero el leve roce de la sábana emitió un sonido que a mí se me hizo atronador. Fui incapaz de cambiar de postura. Mis manos se aferraban a la almohada que abrazaba en mis sueños, colocándola cerca de la boca para amortiguar el ruido de mi respiración agitada.

Oí un ruido. Un leve crujido…

No podían descubrirme…

Unos pasos se acercaban. Ya casi estaban llegando. Agucé el oído, intentando captar lo que me había parecido un susurro pero sólo pude escuchar el latido violento de mi corazón, a punto de estallar…

El pomo de la puerta giró lentamente. Mis ojos amenazaban con salirse de sus órbitas de tanta presión en los párpados, por mantenerlos cerrados. Los abrí y los volví a cerrar con la rapidez supersónica del que teme ser descubierto. Vi un haz de luz que se coló por la puerta entreabierta.

Ya estaban en mi habitación y yo estaba aterrorizado, intentando simular que dormía…

Por unos segundos, se me olvidó respirar. Más susurros, más ruidos…

¿Risitas?

Entonces, detecté la voz de mi madre, clara y diáfana: Enciende la linterna, así a oscuras, no podemos prepararlo todo. Y, acto seguido, mi padre responde: Shhhh! ¡Que se va a despertar!…Ya te dije que no era buena idea dejar los juguetes en su habitación. Mejor en el salón, como siempre. Y mi madre que le dice : ¿Sabes la ilusión que le hará encontrárselo todo aquí? Venga, acaba ya que al final nos va a oír.

Yo seguía inmóvil. La sorpresa me había dejado paralizado.

En un instante, ese concreto en el que mi cerebro había identificado la voz aflautada de mi madre, descubrí que los tres Reyes Magos de Oriente, eran mis padres. Ni Reyes, ni Magos, ni de Oriente.

Eran ellos.

Los padres.

Había reconocido otras señales: paquetes que se escondían en el armario y que yo descubría, alguna conversación con mis amigos que lo aseguraban y que yo no quise creer…

Cuando mi padre cerró de nuevo la puerta, fui capaz de abrir la luz durante unos segundos: había un montón de cajas de juguetes, dispuestas con esmero, entre caramelos y cosas de colores deliciosos…

Ya no pude dormir. Mi decepción fue mitigada, por el surtido de regalos que descubrí al amanecer del día siguiente.

Siguieron otras noches de Reyes Magos, felices, sí, pero ya nunca fueron lo mismo. Ese instante marcó una nueva etapa. Una, en la que ya no existían tres señores, uno blanco, uno rubio y otro negro, con largas barbas y ricas vestiduras, con poderes mágicos, que venían de Oriente, en sus camellos, siguiendo una estrella. Ya no tenía el mismo sentido dejar dulces y leche para los camellos que no llegarían, jamás, a mi casa. Ni era igual de excitante ir a ver la cabalgata de la ciudad para saludar a Sus Majestades. Ya sabía que eran actores con peluca…

En un instante, un trocito de mi condición de niño, se separó de mí y continuó su camino.

Y sé que es normal y que pasará algún día pero…no creo que sea buena idea dejar los juguetes en la habitación de los niños. Si tu hermana lo va a hacer con los suyos, allá ella. Yo, por si acaso, no me la jugaría…

Mejor en el salón. ¿No te parece?.”

……………………………………………………………………………………………..

Para enriquecer el texto, no os perdáis este anuncio de los almacenes ingleses John Lewis.

N.B 1 : Y si por casualidad, algún niño ha leído este post ( Hola!), que sepas que todo es mentira. Es un relato de ficción ( no es verdad) para un Grupo de Escritura ( Ciberlalia) que ha propuesto como tema de la semana ( para escribir) : “Un instante en la vida de un niño”…. Y yo me he inventado esto… ; – )

 


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