Revista Opinión

Sólo Quería Ganarme La Vida Y Llas Pandillas Me Lo Impidieron,

Publicado el 15 diciembre 2018 por Carlosgu82

La historia que contaré es 100% real y tengo mucha suerte de estar con vida. Resido en un país de Latinoamérica, plagado de pandillas hasta en la sopa, específicamente en uno del llamado Triángulo Norte, conformado por Guatemala, Honduras y El Salvador. Soy docente de profesión y he trabajado en colegios de prestigio, pero he estado sin empleo y, difícilmente, me lo dan por edad( ya llegando a los 50 años). Cierto día, hace 2 años , apróximadamente, decidí aventurarme a trabajar en cualquier cosa que no tuviera que ver con mi profesión, fue, entonces, que encontré un trabajo vendiendo sorbetes artesanales, en carretón. Mi jefe me mandó a una colonia, muy bonita, de la zona occidental de mi país, con buenas residenciales, vigilancia las 24 horas, sin barrios marginales. Nadie podía sospechar que allí existían estos temibles grupos delincuenciales o maras (como se conoce en mi país a las pandillas). Mis días fueron felices, de 7 a 10 AM, preparabamos los sorbetes en unos recipientes metálicos conocidos como cubetas, alli batiamos los líquidos de sabores como tamarindo, nance, arrayan, leche, etc, que se íban congelando por el efecto que causaba el hielo y la sal, alrededor de las cubetas, hasta convertirse en un sorbete delicioso y , sin utilizar, energía electrica en su preparación. Luego, al finalizar su congelamientos, se nos repartían las porciones en otras cubetas, en cada carretón, para ser trasladados hasta una plaza a la entrada de dicha colonia. Al llegar, bajábamos los carretones del transporte y, luego, recorriamos toda la colonia, que a su vez, estaba compuesta por alrededor de 5 residenciales enormes. Lo que más adoraba era ver la carita de los niños , felices, cuando llegaba sonando mi campanita , ansiosos de deleitar su paladar con mis delicias , también, me gustaba la felicidad de muchos adultos que necesitaban saciar su vicio por los deliciosos sorbetitos artesanales de sabores, un exquisito manjar. No me iba tan mal en la venta, pues en los peores días, ganaba entre $8 y $9 y las mejores ventas eran de $15 y $20, tomando en cuenta que , en mi país, ganar $10 es suficiente para comer y pagar ciertos gastos. Otra ventaja es que soy soltero y, al fin de 20 días, ya tenía un buen dinerito ahorrado. Así pasé vendiendo por 2 años, recorriendo 2 residenciales, satisfaciendo a mis clientes de todas las edades. Me sentía feliz porque, a pesar que me habían dicho que allí existían los pandilleros, nunca me habían dicho nada, me dejaban trabajar en paz. Pensaba: gracias a DIOS que estos muchachos no me dicen nada; no son malas personas como dicen las noticias; no descuartizan personas; no exigen dinero a cambio de no asesinar a la gente; ni mucho menos son drogadictos. Hay que comprenderlos y tratar de ayudarlos. Toda mi percepción acerca de ellos y mi sentimiento de seguridad cambiaron, cuando, uno de tantos días que me iba muy bien en la venta, al filo de las 3 de la tarde, entré a un pasaje y pasé frente a un grupo de estos "parásitos", sentados en una acera. Repentinamente, uno de ellos me llama , a lo que yo pensé: excelente un sorbete para cada uno, aquí hago unos $3 . El pandillero, bajito, flaco, color de piel obscura , con voz grave e intimidante, me dice : -Vení vos, decime ¿de dónde venís vos a vender?-. En ese momento yo recordé lo que mi jefe me dijo que les respondiera si algún día me paraban y preguntaban eso. En ese momento les digo, pero ya con una voz algo nerviosa - vengo de la Colonia El Carmen - y dicha colonia era de la misma pandilla, pero, en la realidad nosotros veniamos de un sector contrario a la pandilla que me había detenido y eso implica sentencia de muerte. Luego, el cabacilla del grupo comienza a decirme: - yo sé que nos estás mintiendo y nosotros eso no lo perdonamos, así que ya vamos a decidir si te dejamos ir o te metemos un par de balazos ya, aquí mismo, y nadie vio nada, así que comenzá a decir la verdad-. En mi desesperación porque sabía que estos tipos cumplirían su palabra, decidí decirlles todo, que yo, realmente venía de cierta colonia en la ciudad capital y que no era del lugar donde hacían los sorbetes. Ante mi confesión, el lider de la pandilla me dijo:-vos nos estás mintiendo y aquí te vamos a matar-, diciendo estas palabras , me dio tres golpes fuertes en el estómago, mientras que otro decía que me daría con un tubo metálico que estaba cerca. En ese preciso momento el resto de los delincuentes abría mi carretón y saciaba su paladar con los sorbetes que aún no vendía. Después de varios minutos, por el temor, ya hasta la noción del tiempo había perdido, el jefe me dice: - mirá, quitáte la camisa, queremos ver si tenés tatuajes-; como no me encontraron, me dice:- entonces vos sos policía y ya vas a ver, te vamos a quemar vivo. En este momento vamos a hablar a nuestra gente a ver si te reconocen y si no, te morís, porque no es posible que ni sepás cual es la pandillla del lugar donde víves realmente-. Después de unos 45 minutos de terror, amenazándome que me asesinarían y preocupados que algún policía real podría llegar hasta donde me tenían detenido, el jefe me dijo: - vaya te vamos a dejar ir, pero nos vas a dejar tu teléfono, y todo el dinero que tengás-. En todo ese tiempo que me tuvieron preso, ya habían revisado mi teléfono inteligente; habían urgado en mi carretón para ver si no llevaba arma, me quitaron, también $70, que eran producto de mi esfuerzo de 10 días de trabajo. Para finalizar, me dijo, siempre el jefe: - vaya , vas a esperar 30 minutos y, después, te vas por abajo y salís, rápido, de aquí y, nunca más , te queremos ver en ninguna parte de toda lo colonia, de lo contrario te matamos y, si le díces a algún policía, te va a ir peor, ahorita vamos a mandar a alguien que te siga. Hice, exactamente, como me lo ordenaron, esperé la media hora, me salí por abajo de esa residencial , en particular, que era una de las cinco que conforman dicha colonia.Después de 2 meses de haberme ocurrido esta amarga experiencia, nunca más regresé y me he propuesto encontrar un empleo en el sector donde vivo que es una de las pocas zonas de mi país, El Salvador, que no están controladas por estos grupos de sujetos sin moral, enajenados, perdidos en drogas y carentes de valores. Quiero insistir en que yo tuve mucha suerte, que muchos otros salvadoreños no tuvieron, pues han sido asesinados . Ojalá que nuestros políticos trabajaran , realmente, por ayudar a la población decente y laboriosa, eliminando, de una manera racional, a estos grupos de pandilleros.


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