Revista Economía
Cuando se adquiere un producto financiero en una entidad de crédito, tenemos la tendencia de analizar la rentabilidad que nos dará. La pregunta interna que nos hacemos acostumbra a ser: ¿Cuál me da más rentabilidad? Esta es aún para muchos la única variable para tomar la decisión, olvidándose que todo producto tiene un riesgo inherente (de hecho se recuerda esta segunda parte cuando las cosas van mal y ya es tarde para hacer cambios). Rentabilidad y riesgo son dos variables inversas (dos caras de una misma moneda), de modo que a más riesgo, debe haber más rentabilidad y viceversa. Sin embargo, la relación entre las dos variables no es proporcional y ahí es donde el cliente debe optimizar su adquisición según su aversión al riesgo. Hay que ser sincero con uno mismo y conocer hasta dónde somos capaces de tolerar un riesgo. Por ejemplo, si compro una acción, y a las dos semanas se desploma en bolsa, ¿podré seguir durmiendo? ¿Cuánto estoy dispuesto a perder? Y cuando digo perder, no es sólo los cupones o intereses que podamos obtener en el caso de unas obligaciones, sino también que parte del capital estaríamos dispuestos a perder en la remota posibilidad de que el producto que compramos falle.Esta visión dual de cualquier producto debe acompañarnos siempre. Igual que necesitamos los dos ojos para ver (izquierdo y derecho) para tener una única visión completa de la realidad, cuando se analiza cualquier elemento financiero hay que hacerlo del mismo modo , y no taparse o ponerse un parche en unos de los ojos para tener una visión de la realidad más agradable aunque desviada.En resumen, el binomio riesgo - rentabilidad son dos caras de una misma moneda que debe ayudarnos a ver que no hay duros a cuatro pesetas, y que altas rentabilidades comportan mayores riesgos que con rentabilidades más moderadas