Frente a mí, mis anotaciones sobre la gran fitnah andalusí (1008 -1031) y su atomización. Los cuadros cubistas de Picasso, Juan Gris, Braque. La Geografía del subdesarrollo de Lacoste. El planeta enfermo de Jacques Debord. Las culturas de Hassuna y Samarra. Los homínidos colgando de la copa de un árbol de la humanidad. El grabado de la Boston Tea Party (1773). Sobre mi atril los objetivos de etapa y criterios de evaluación. Este amasijo de papel renuncia a la eternidad, se declina por restar los días contados para su pronto regreso a las carpetas del olvido. Al igual que los libros que, exhaustos de rendir su exhibicionismo literario, ansían su cierre y descanso en las estanterías. Sí, han sido nueve meses arduos en cansancio, insoportables en paciencia, crudos en esperanzas. Han sido además nueve meses donde uno no solamente aprende lo aprendido ni rinde la diligencia del trabajo en la rutina, sino donde reflexiona sobre la vida. Durante este tiempo he tirado el cigarrillo y comprendido ese poema de Jaime Gil de Biedma.
Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
Con la vida en serio andaba entre apuntes y programaciones, entre salas de esperas, hombres con batas de cal y chalanas afligidas sobre la playa. Con insomnio, temores oscuros, nudos de desesperación y erosiones en conductos lacrimales parecía imposible sonreír. Y, en cierta medida, fue así. Pero había también otros días donde -por razones inexplicables- fui capaz de grapar una censura a la intemperie de metal. Sonreír.
En tan solo unos días entregaré mi nombre y mi número. Escribiré el compendio albergado en las entrañas de una de las cinco bolitas de la suerte. Expondré durante treinta minutos una unidad que consista en desvelar a las generaciones de mis espaldas lo que es la Historia. Y saldré de un instituto con la incertidumbre de siempre; pero con la inquietud de vivir. Si algo he aprendido en estos nueve meses es que hay temarios más importantes por las que he llorado y pienso luchar nada más desprenderme del bolígrafo. Es un listado que urge, el temario por excelencia. El máster que debo aprobar este verano para salvar el año:
1.- Luchar por estas piernas. Luchar con dos cojones entre oleajes, bicicletas estáticas y calendarios de esperanzas.
2.- Suplir mi casa por orillas arenosas.
3.- Afinar mi guitarra y encender mis llagas en canciones pendientes. 4.- Alimentar mis cuadernos olvidados. Retomar las iniciativas literarias.5.- Prestar un hombro a los amigos con las cuestiones pendientes.6.- Leer los libros recomendados. 7.- Deleitarme con una ciudad vacía de verano. 8.- No olvidar que sólo soy espectador.
9.- Opcional: ir al peluquero.
Tocando la guitarra (o cómo incordiar a los vecinos en horas de la merienda).