Hoy empieza una nueva semana! ¿Una más, en tu vida? ¿La última? ¿La primera? Seguramente, como yo mismo, ni lo sabes. Quizás ni te preocupa. ¿Qué es una semana, al fin y al cabo? Son 7 días a los que alguien llamó “semana”, como podían ser 5, 6, 8 o quizás 10. El tiempo es lo que es, aunque el ser humano le haya puesto nombre y medida, porque la mente necesita mesurar todo para darle sentido y valor…
Pero, con el paso del tiempo, uno aprende que el tiempo no es más que eso, tiempo. Tiempo pasado o futuro, de lo que pasó o aún está por llegar, aunque quizás nunca llegue. Tiempo perdido o ganado, tiempo invertido o desperdiciado, ¿quién sabe? Porque solo el tiempo da valor al tiempo en que vivimos y al momento que tenemos el privilegio de vivir, ahora! No hay más, es todo lo que tenemos y, a la vez -vaya paradoja- lo que más nos falta en nuestra vida, cada día. Pero el día en que te encuentras con el sentido de tu vida, ves que el tiempo y el espacio no importan tanto. Lo que piensas y sientes a cada instante está siempre aquí, contigo. Y eso es lo realmente importante!
Pero demasiadas veces utilizamos el tiempo en contra nuestra, como la distancia. Le otorgamos a la edad, a cada momento y lugar, a cada día que pasa, el poder de dirigir nuestra vida y actuamos en consecuencia, como si cada momento, lugar, edad y día que pasa tuviera que ser de una determinada forma! Si lo piensas bien, siempre te ha atado el tiempo en su paso irremediable y monótono. El nacimiento, la infancia, la adolescencia, la mayoría de edad, la madurez, la vejez, que convertimos en metas volantes de nuestras vidas, como en una carrera ciclista. Y, mientras, derrochamos cada segundo que llega a nuestra vida. Hasta que ésta, de vez en cuando nos hace una broma y nos cuestiona el tiempo que perdimos y perdemos intentando hacer solo lo que toca…
Seguirá…
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