Muchas veces he dicho que cuando nace un niño con discapacidad y acotando, con síndrome de down, no solo se pone patas arriba la vida de una familia, es un revulsivo para mucha mas gente, abuelos, tíos, primos, amigos. Todo se agita como en un cóctel hasta que el día a día y la rutina se convierte en nuestro mejor aliado. Para esa normalidad, lo sabemos, hacen falta en muchos casos años.
Nosotros ya hemos pasado años, diez concretamente, ¿diez ya? y como niña con esa edad tiene amigas y amigos, con los que baja a la piscina, a cenar al jardín y en una palabra, a hacer lo mismo que realiza su imprescindible hermana pequeña Reyes. Este verano ha sido su despegue social.
Teresa consigue sacar lo mejor de cada uno. Logra, sin ser consciente de su poder, que los que al principio la miran con curiosidad, sorpresa o incluso pena disfrazada de compasión , terminen nada mas tratarla, haciéndolo con admiración, compañerismo y empatia. Donde al principio ven dificultades, pasado un mínimo espacio de tiempo, solo ven una amiga mas. Una amiga imprescindible.