Son las once pasadas. El calor es fuerte y la noche está espesa y pesada. La ciudad se recoge por dentro y aún hay gente que tiene que buscar su olivo en el extrarradio. La carretera se ilumina con lo que las autoridades dicen que es suficiente, pero no es así.
He salido hacia mi casa por entre rotondas. Nadie aquí. Todos en casa. Y yo, cansado de un día de trece horas, pongo el morro de mi jaibrai hacia mi hogar, hacia mi fuego, hacia mi altar.
El carril de la derecha siempre está peor que los otros dos. El carril de la derecha, seguramente, está más castigado que el resto de la carretera. Son noventa por hora. Por el retrovisor veo un par de luces que han de ser los ojos de otro que, cansado, busca su propia luz. Pero no. Esas luces no tienen la dependencia de los faros de un coche. Esas luces se separan y se acercan. Bajo la ventanilla, y esas luces ya no solo lucen sino que suenan, y lo hacen de una manera que me es familiar. No es una escala musical, no tiene orden, no tiene concierto. Yo sé cuál es ese sonido.
La primera de las motos se pone a mi altura. Una Iron 1200. Una 2020 negra por delante y por detrás con un depósito festejado de color. El motero va vestido de exquisitez, y su mochila también. Me dejo ganar y espero a la segunda moto, que llega enseguida. Una 883R conducida por una mujer que lleva el pelo al límite del desbarajuste, salpicada del anaranjado del depósito.
Y pensé que se van. Que han hecho sendas mochilas y que se largan de noche, que de día no hay quien pare de calor. Que se van al norte donde el clima mima a los moteros. Que salen de Madrid cuando nadie les ve, furtivamente, como a escondidas. Pensé que buscan nuevos lugares y nuevos días, nueva vida, que la que tenemos ya ha desaparecido y hace falta otra. Pensé que no dejan nada atrás, nada que valga la pena porque la pena que dejan no vale la pena. Pensé que se van a su futuro, a fabricarse otra vida, a crear otro espacio que llenar con sus mochilas y sus motos y su amor, porque pensé que se quieren, pensé que una escapada así solo se hace con el amor de tu vida. De noche, solos los dos, solos los cuatro.
Jugueteo con la velocidad. Jugueteo con su sonido. Jugueteo con su preciosa estampa. Y yo también me quiero ir.