Así de simple. No hacía falta una Cumbre de la ONU para analizar qué pasa con los Objetivos del Milenio, porque todos los sabemos. Y, ojo, somos partícipes, porque pobre de aquél gobierno que se negase a adquirir una tonelada de vacunas contra la Gripe A. O aquel otro que pretendiese rebajar los aranceles a los países pobres. Y no digamos ya al que se le ocurriera abrir las fronteras. ¡Por encima de nuestro cadáver!