Revista Opinión

Sombras del Paraís

Publicado el 01 julio 2014 por Aneimanis @aneimanis

Sombras del ParaísoArturo NeimanisCapítulo XII: JesúsJuli...
Sombras del ParaísoArturo NeimanisCapítulo XII: JesúsJulio 1, 2014Sombras del Paraísopor: Arturo Neimanis
CAPITULO XIIJesús
Desde que sé lo que estoy buscando, cada vez se me hace más fácil identificar los eslabones importantes en las cadenas de acontecimientos que constituyen la armonía de esta obra que llamamos humanidad. Jesús es un buen ejemplo de ello. No ese Jesús, otro. Para mi tristeza, el primero me está vedado, solo me puedo mover con libertad desde el primero de enero del año 100 hasta el 29 de mayo del 2049. Entiendo por qué no pueda o no deba ir más allá del día de mi muerte pero, aun no tengo claro por qué no puedo ir más atrás en el pasado. Espero poder averiguarlo algún día. El Jesús con el que sí pude interactuar no deja por demás de ser un personaje realmente interesante. No sé si será por la coincidencia de nombre, pero me recuerda a mi yerno.
¿Quién podría ser considerado más famoso: Jesús o Elvis Presley, Adolf Hitler o Mozart? Y a todas estas, ¿Qué es la fama?, ¿Qué la define?, ¿ha sido esta definición la misma a lo largo de la historia?, ¿lo que te hace famoso en Occidente, también te haría famoso en China?, ¿Qué te hace dejar huella en la historia?, ¿Es esa huella perenne en la memoria del hombre, o marcó realmente el cuadro armónico de la humanidad o incluso ambos?
En mi andar por el mundo he conocido a muchos de ellos, a Bill Gates lo hizo famoso el dinero mientras que Platón contribuyó a sentar las bases de la filosofía natural, la ciencia y la filosofía occidental. Conocí al Padre del Rock chino, Cui Jiano  y al principal líder de la Revolución de Octubre y el primer jefe de la Unión Soviética, Lenin; Compartí la mesa con Pedro I de Rusia quien transformó a su país en una gran potencia europea. Disfrute del artista marcial más influyente de la historia y un icono cultural, Bruce Lee.  Vi pintar a Henri Matisse, presencié en vivo la renuncia de Margaret Thatcher, La única mujer que ha sido  Primer Ministro del Reino Unido. En Suecia dialogué ampliamente con Alfred Nobel, fabricante de armas que utilizó su enorme fortuna para instituir los Premios Nobel. De primera mano pude oír la narración del Viejo y el Mar de boca del propio Hemingway y asistí a un concierto de Elvis Presley en 1960. Ayude a Oppenheimer a salir de la Alemania Nazi. Asistí al estreno de varias de las obras de Shakespeare y disfrute igualmente de  Mozart y Beethoven. Obtuve el autógrafo de Audrey Hepburn y asistí a un discurso de Adolf Hitler, Vi cuando ahorcaron a Mussolini y cuando apresaron a Saddam Hussein. Asesore a Deng Xiaoping cuando llevó a China hacia la economía de mercado. Disfrute con la literatura de Lu Xun, para mí, el escritor más importante de China en el siglo XX. Asistí al funeral de  Josef Stalin y fui ayudante en el taller de Leonardo da Vinci. Disfrute de las películas de Chaplin y maneje uno de los primeros carros de Henry Ford.
Una lista interminable de gente, ahora famosa, y una lista aún más larga de personajes cuyos nombres no les dirán nada pero que realmente cambiaron la forma de vida en nuestro planeta. Terminaron ignorados por la Historia que ellos mismos contribuyeron a forjar, ninguno, absolutamente ninguno de ellos tuvo en su momento que enfrentarse a lo que tuvo que afrontar mi amigo Jesús, el otro Jesús, no el que es famoso, el que en verdad es importante. Al menos para mi historia.
Estábamos a mediados de 1815 y yo ardía en deseos de ir a mi país para conocer de primera mano la verdad acerca de nuestros próceres independistas. Me correspondió viajar en barco (era lo que había) hacia una América aun joven, aun rica y aun pobre. La llama libertaria que se había encendido con la revolución francesa, en la cual participe como simple espectador, se estaba extendiendo por todo el continente, casi cuarenta años atrás los Estados Unidos habían dado un primer paso y esa chispa estaba propagándose con una velocidad de vértigo (en términos históricos claro). Ardía en deseos dije de volver a mi patria pero una malhadada tormenta impidió que llegáramos a destino y nos quedamos varados en una perdida isla de Las Antillas. Fue allí donde conocí a Jesús, así a secas, sin apellido, un joven grumete, de unos veinte o veintidós años,  que hacia su primer viaje por mar y tuvo la mala suerte de nunca llegar a su destino. ¿O era su destino no llegar?, no lo sé, realmente no lo sé.
Una semana después del naufragio nos encontrábamos los diez sobrevivientes, o debería decir nueve, técnicamente hablando no debería contarme como sobreviviente ya que estoy muerto, vaya usted a saber, bueno en fin, los diez nos encontrábamos en una situación precaria, ya habíamos explorado toda la isla y vimos que teníamos ciertas posibilidades, había agua dulce aunque algo salobre y podíamos pescar, unos pocos frutos, más que todo cocos y mucho, mucho mar.
Entre nosotros no había nadie que fuera un líder natural, éramos en nuestra mayoría miembros del pasaje, algunos con serias lesiones, y solo había dos miembros de la tripulación que se habían salvado del hundimiento del barco, mi amigo el grumete Jesús y un muchacho como de quince años que no hacía más que llorar por las noches.
Durante el transcurso de las siguientes semanas pude ver la transformación abrumadora que sufrió Jesús cuando paso de muchacho imberbe a indiscutido jefe de nuestro triste grupo de supervivientes. Paso casi un mes antes que un barco se avistase en el horizonte y durante ese tiempo solo tres de nosotros habían fallecido, uno de ellos, Jesús, mi amigo el grumete que se hizo hombre antes de tiempo y que dio su vida para salvar al joven que no volvió a llorar.
Porque digo que él fue en verdad ejemplar, porque nunca dudo en ofrendarse en aras de los demás, porque no hubo interés alguno de su parte, solo el deseo de ayudar.
Porque es trascendente para mi relato la corta vida y prematura muerte de Jesús, no lo sé, solo sentí que en ese momento el universo entero alcanzo un grado tal de armonía como no he vuelto a sentir en ninguna otra encrucijada a la que haya asistido. Porque es esto así, espero llegar a saberlo, de lo que si estoy completamente seguro es que sea cual sea el trayecto marcado para la energía vital de mi amigo Jesús, estoy convencido que será un trayecto luminoso como un camino signado en las estrellas. Tal vez para los demás no será famoso, para mí, ha sido el más importante de todos los Jesuses que mi humanidad haya conocido.
Continuará...


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