La verdad es que cuando lo hice no me paré a pensar si sería duro o fácil, un día decidí que en menos de un mes me iría de casa porque eso era lo que debía hacer. En este tiempo conocí a mucha gente que llevaré conmigo para siempre, otra que nunca volveré a ver, hubo quien me quiso y quien me odió, acerté y me equivoqué. Fueron pasando los años pero el pasado marcó un antes y un después en mi vida. La verdad es que 2009 no puedo decir que haya sido mi año pero de todo lo que me ocurrió sobretodo me llevo el hecho de que conocí a una persona: a mí misma.
Parece una obviedad, pero nunca me había parado a pensar en cómo reaccionaría mi cuerpo cuando todos los demás se fueran o se encontraran tan lejos que les fuera imposible acompañarme. Aprendí a que todo se mueve alrededor: trabajo, amigos, compañeros, conocidos, gente que impide que llegue el momento de estar en silencio y pensar....
Pero, al final del día, es contigo mismo con la única persona con la que rindes cuentas, la que te da fuerzas para seguir o te enseña a aprender la lección cuando te equivocaste. Es algo que cuesta aprender y que no se puede conseguir cuando uno va dejando que pasen los días o está rodeado de gente. En 2009 paré mi vida por primera vez, apreté la tecla de stop, hice balance y cogí fuerzas para seguir.
Por fin soy capaz de mirarme al espejo y reconocer mis virtudes y defectos así como mis puntos fuertes y débiles y así afrontar el día con una sonrisa. Por fin hago lo que quiero y tomo mis decisiones sin pararme a pensar en lo que desean u opinan el resto y así por fin encontré mi fortaleza, dentro de mí, por primera vez, y no en otra persona.
Siempre dije que es duro no tener raíces, ir de un lado para otro y tener que conocer a gente nueva continuamente, llegar a grupos consolidados y pretender que cuenten contigo... al fin entendí que debo contar conmigo y que los demás son una compañía, imprescindible, pero una compañía, que no puede interferir en mi felicidad o tristeza. De esta manera también he aprendido a querer, a aceptar a los demás tal y como son y a llevarlos conmigo, sin juzgar, sin molestarme porque me critiquen o no piensen como yo, y así, por fin, puedo decir que conseguí ser feliz.