¡Se acabó la calma! ¡¡Fiat Lux ya está en los kioskos!! ¡¡¡Viva el periodismo!!!
Es una buenísima noticia en esta dictadura del recorte permanente y despiadado. Es un brote verde de verdad verdadera. Es una apuesta por el periodismo de siempre, la crónica de siempre, el reportaje de siempre, la entrevista de siempre, el artículo de siempre; ¡todo lo que nos enseñaron nuestros mayores! Fiat Lux (dirigida por Daniel Borasteros y Mauricio Skryckry) está ya rulando y nace con tanto ímpetu que seguro segurísimo tendrá larga vida.
Motivos sobrados y de peso para una celebración a lo grande grande. A ello nos lanzamos en cuerpo y alma, a partes iguales, y mientras emprendemos con ahínco y a tumba abierta el vía crucis de bares, tabernas y garitos de todo tipo y condición, aquí te dejo el artículo que publico en el primer número de Fiat Lux: “Somos Criminales”.
Y por si quieres amenizarte la lectura, al final del texto te dejo una selección de buenas canciones de emblemáticas películas del cine negro.
“No conozco a nadie a quien no le guste el crimen. Aún sin haberlo probado…físicamente. Es como con el jamón, aunque he de decir que ahí sí sé de algún que otro caso. ¿Lamentable comparación? Pues puede que sí aunque forzando forzando lo cierto es que aquí hablaremos de matanzas, aunque no de cerdos, y de despieces, pero no de puercos, y hasta incluso llegaremos a rozar el concepto “charcutería” (y ya no digamos casquería donde también se despachan suculentas piezas del glorioso gochu) toda vez que en ocasiones habremos de ocuparnos de chorizos, hígados, mondongos, tocinos o lenguas (embuchadas, escarlatas, escabechadas, adobadas…).
Pero a lo que vamos. No conozco a nadie a quien no le guste el crimen. Tu, yo, y cualquiera, si no lo ha practicado, que lo mismo sí, seguro que lo ha imaginado, planeado, soñado, pesadilleado, leído, visto (ya haya sido al natural o en foto, cine, pintura), dibujado, escuchado y, desde luego, jugado o jugueteado. Bien en carne ajena, bien en carne propia. Nos gusta el crimen, y no por el hecho obvio de que la muerte es el colmo de la vida, y nos atraen todos y cada uno de los detalles que lo rodean, envuelven y cobijan. Y puesto que nos va, puesto que nos pone, todos somos criminales, por acción y por omisión, y todos, claro que sí, podríamos presumir sin grandes esfuerzos de criminólogos en tanto que gustamos de estudiar las causas y circunstancias de los delitos, la personalidad de sus autores y las variadas formas de reprimirlos, tanto los delitos como los delincuentes. Hasta es posible incluso que el coqueteo con esa criminología pudiera tener una parte, o partecita, de su origen en una variante de envidia malsana hacia el hecho y su autor, y de ahí que tanto tú como yo devoremos con fruición cada detalle, cuanto más escabroso mejor, de una novela negra, una crónica negra o un simple escrito negro, quién sabe si con el ánimo, oculto o no, de aprender.
Tampoco conozco a nadie a quien no le guste el morbo. Sí sé, y tu también, de muchos que lo niegan, lo repudian o lo esconden, pero sé, y tú también, que lo hacen de full, por aparentar y quedar dabuti. No me refiero en ningún caso, sálveme el diablo de ello, al mediático morbo cuché con el que llevan años atontolinando al respetable. No. El morbo que a todos gusta, aunque se fuerce y esfuerce su ocultación, es el del suceso, el del crimen, el de la atrocidad, el del salvajismo. Somos morbosos y no sólo lo sabemos sino que nos gusta, y no conozco a nadie, y tú tampoco, que no tenga interés malsano por personas o cosas ni atracción hacia acontecimientos desagradables. Nos pone el morbo, nos engancha el morbo, nos embauca, embelesa y engatusa. Y lo ejercemos y practicamos en todas sus acepciones empezando por la posiblemente más común: en silencio.Además, y para que sea terna y no escaso mano a mano, apenas sé de alguien a quién no le excite el vértigo, por más que también se le repudie al lorquiano compás del “no quiero verlo”. No me refiero, tú lo habrás deducido, a la definición y etimología del término y sus principales acepciones, sino a esa sensación fina como el coral y adictiva como el caballo que serpentea por la caña de los huesos alternando el “aaayyyy” con el “uuuyyyy” y con el “ooohhhh”. Sí, nos pone el vértigo, tú y yo lo sabemos, y especialmente el que nace, crece, y habita, porque morir no muere, en el territorio, vasto territorio, que comparten el crimen y el morbo.
Somos por tanto criminales, y criminólogos, morboso, y morbosólogos, y vertiguianos, y vertigólogos. Y nos mola aunque nos empeñemos en encubrirlo y enmascararlo haciéndolo igual que hacen los niños cuando para no ver algo se tapan los ojos con la mano dejando entreabiertos un par de dedos. Nos gusta, nos atrae, nos seduce y nos cautiva, y por eso nos cautiva, nos seduce, nos atrae y nos gusta el país donde habitan y conviven crimen, morbo y vértigo: la cara B de la vida, la cara B de la realidad, las afueras de nuestra existencia sin las que ningún sentido tendrían los adentros de nuestra subsistencia. Un territorio que exploramos cada martes, a la hora undécima, en Las Mañanas de RNE.
¡A cuidarse!”