Es curiosa la vida. Cuando más te acercas a un objetivo, a un final que has perseguido durante mucho tiempo, más obstáculos te vas encontrando a lo largo del camino que tienes que sortear. Obstáculos peligrosos que los tienes que sortear con sutileza, elegantemente, demostrando madurez.
Cosas como estas pasan también en la vida política en diversos contextos. Sobretodo cuando, para algunos, está en juego alguna que otra hegemonía. Pasa (y seguirá pasando) con los bancos y los poderosos: cuando ven que los trabajadores dan el paso definitivo y se rebelan contra esas cadenas que les oprimen cada día, enseguida sacan alguna de sus artimañas para intentar desunir, polemizar o reventar estos pasos tan difíciles de conseguir.
Pues, a lo largo de la historia, esto ha pasado múltiples veces cuando se ha intentado llegar a la solución en diversos conflictos. Siempre ha surgido una voz discordante: la voz del miedo o, lo que es peor todavía, la de los intereses.
En España venimos arrastrando un conflicto enquistado en el tiempo que, asumámoslo, tiene los días contados. Ayer se presentaba el nuevo proyecto político de la izquierda abertzale. Un proyecto conjunto de Eusko Alkartasuna y Batasuna (y, recientemente, Alternatiba) que tiene el objetivo de dar carpetazo a la violencia de ETA y participar en la vida política legalmente. Así de simple.Con los Estatutos de este nuevo proyecto, Sortu, y la Ley de Partidos en las manos, se puede comprobar que esta formación cumple con la Ley. Y, además, con unos requisitos que han venido pidiéndose por los grupos políticos a lo largo de los últimos años (la condena a la violencia de ETA, por ejemplo).
El paso firme de la izquierda abertzale por la paz es innegable. ¿Quién imaginaba hace unos años estos pasos? ¿Quién imaginaba hace unos años unos Estatutos donde Batasuna condenara explícitamente la violencia de ETA?
De ayer a hoy se han podido ver múltiples discursos y palabras de todo el arco parlamentario donde se pronunciaban sobre Sortu. La posición de IU es clara, “no se puede negar ni retrasar la legalización de una fuerza que cumple las condiciones marcadas por la ley”.Pero la opinión del PP, por ejemplo, dista mucho de ser reconciliadora. Dicen que este nuevo partido no puede ser legalizado porque son una franquicia de ETA. Mentira, y lo saben. Saben que el entorno abertzale es complicado y saben que, actualmente, quien manda en dicho entorno no es ETA, si no Batasuna. Lo cual es bueno, ya que no es la organización terrorista la que lleva la batuta.
No obstante, hay que recordar algo que ha indicado Hugo en su entrada de hoy y que creo que conviene que conozcamos todos:
Si ni el gobierno ni la mayoría del Congreso piden la ilegalización de un partido es imposible llevarla a cabo. La fiscalía puede actuar, tal como anunció Rubalcaba, sólo si el gobierno hace lo que pide el PP: impugnar el registro del nuevo partido. La Ley de Partidos impide que se ilegalice un partido sin el impulso ilegalizador de los partidos mayoritarios. El gobierno optará: o intenta la ilegalización o no. Si no intenta la ilegalización, habrá un partido legal más dentro de quince días. La Ley de Partidos es así: facilita la arbitrariedad y deja en manos de la mayoría del parlamento y del gobierno (valga la redundancia) la legalidad de los partidos minoritarios (ese mecanismo impide que un partido mayoritario pudiera ser ilegalizado por mucho que violaran la ley). Que al gobierno le parezca ahora que es una patata caliente que no va con ellos es su problema: haber hecho una ley más propia de un Estado de Derecho. Hicieron una ley para las ilegalizaciones políticas y ahora tienen que hacer política y mojarse.
Creo que el paso firme para lograr la normalización en Euskadi y la paz es algo que está ya dándose. Y algo por lo que todos deberíamos alegrarnos. Aunque algunos hablen más desde los propios intereses que desde la objetividad.