La Sala Tarambana, tan necesaria, tan dinamizadora cultural. Tan para los críos sobre todo, pero tan del barrio en general. Pequeños grandes refugios que nos sacan de la dichosa monotonía y, lo que es peor, de la dramática atonía de los domingos: La cul-tu-ra empieza a-quí.
Ahí que nos hemos plantado calados hasta el tuétano a pesar de que solo es un paseo de diez minutos. Y ahí nos han calentado los Dino Rockys con ese concepto tan de ahora que es el de presentar el rock para críos en plan didáctico. Sin ser para nada fan de las bandas tributo, que considero que son otra cosa, estos tienen un punto de educar en el rock que siempre me gusta.
Porque disfrazados de dinosaurios -no hace falta ser muy listo para pillar esto con ese nombre- salen y te cuentan un poquito por encima que el rock nació en Estados Unidos y que si Chuck Berry y tal. La verdad es que, para marcar distancias con los tributos que no aportan nada, no estaría de más que contaran más cosas, aunque es verdad también que el tiempo es limitado y se queda en una horita.
Pero bueno, que eso, que si The Rolling Stones, que si Steppenwolf, Queen, que si Twisted Sister -les ha faltado la broma que siempre hace Dee Snider en España de 'huevos con aceite' que sería muy bien recibida por los críos- que si AC/DC. Todo tocado con eficacia y solvencia, sonido impoluto y adecuado para la ocasión. Bien, en definitiva.
Y ahora voy a hablar de Bruno otra vez, porque estaba ahí con sus dos añitos en primera fila y su camiseta de los putos Ramones levantando los brazos sin parar. El más entregado de la sala, indudablemente. Es nuestra pequeña obra de arte, el notas, sin que en el fondo me parezca del todo bien, porque le estamos mediatizando, pero es que para él Second es lo máximo, y AC/DC es Angus y se pone los cuernos corriendo por la casa-.
Pero mira, sí que está bien del espectáculo de Dino Rockys que hasta treces veces aparezca el 'monstruo reguetón' amenazando con comerse sus instrumentos del rock. Algo tan absolutamente asqueroso solo se puede parar con pedagogía, como todo lo asqueroso se para en la vida. Y esta tarde de domingo de lluvia infinita hemos puesto otro ladrillo codo con codo con Dino Rockys.
Y esto lo escribo básicamente porque me apetece y porque estos cuatro músicos le han dado un rato bien majo al más minigallar entre los minigallar y, aunque ya habíamos pagado la entrada, me gustaría que lo supierais. Y ya. Y que lo de dinosaurios del rock está muy bien traído, eso también, por cierto, porque somos exactamente eso, solo que no nos vamos a extinguir si seguimos gozándolo de a poquito como este domingo. No dejéis que nunca se extinga el rock.