Revista Espiritualidad

¿somos egoístas si esperamos algo de los demás?

Por Maribelium @maribelium
¿SOMOS EGOÍSTAS SI ESPERAMOS ALGO DE LOS DEMÁS?La mayoría de la gente, supone que los demás han de ser como ellos esperan. Se generan unas expectativas, en las que los otros han de ser buenos amigos, ayudarnos cuando lo necesitemos, respondernos cuando queremos que nos respondan, pensar en nosotros como nosotros pensamos en ellos o incluso más de lo que nosotros pensamos en ellos, felicitarnos por nuestros cumpleaños, asistir a nuestras celebraciones y pasarlo bien ellas, asistir con una sonrisa a las celebraciones familiares, etc. En las relaciones de pareja o en las familiares esto se ve con mayor intensidad, pues en dichas relaciones las expectativas se multiplican, acrecentándose los conflictos. Los hijos han de ser “buenos” según la idea de bondad de sus padres, estudiar lo que los padres esperan, redimir a sus familias, cumplir los deseos paternos e incluso ser "teledirigidos" por ellos, de tal forma, que si esto no sucede, sus hijos son “malos”; solamente por no entrar en el “molde” o en el esquema de comportamiento que se les impone. Esto queda magistralmente reflejado en la película La cinta blanca.En las parejas, el otro miembro de la misma ha de estar a disposición del otro, resolver sus problemas, tapar sus vacíos, darle la felicidad o convertirle en un ser completo, pues como uno se siente media naranja, en lugar de fabricar una entera, se busca otro que está hecho a mitad, que le complemente y satisfaga en sus anhelos más profundos. De tal manera, que si el otro no es el dios anhelado y salvador, uno se siente traicionado. Y peor aún, si uno no es de su propiedad, “mío”, es un traidor, no es amoroso o es egoísta. Mi pregunta ahora es sobre quién es el verdadero egoísta o quién es más egoísta. El que impone su propio criterio de la verdad, o quién busca ser libre o ser él mismo. Evidentemente no se puede ser libre sin responsabilidad y sin consideración hacia otros, pero tampoco es legítimo convertir a nuestros semejantes en esclavos a los que instrumentalizamos y que han de cumplir nuestros deseos, como si fueran muñecos teledirigidos. Ser padres, o parejas de alguien, no implica que ellos están ahí para satisfacer todo lo que queramos de ellos, por la vinculación que nos liga a ellos. Eso no es más que egoísmo que a su vez limita al que ata a otros, con sus expectativas. Quién no deja crecer a otros, se está autolimitando, al no encargarse de su propio malestar o al esperar que la solución a sus problemas esté en las actitudes ajenas, en lugar de trabajar con su propia sustancia para limpiarla y transformarla. El escritor Sormerset Maugham, describe muy bien todo esto, en su novela El estrecho rincón (p.233), al decir, en boca de una joven, cuyo pretendiente se suicidó, por no ser correspondido por ella: “¿Qué derecho tiene la gente de hacerse una imagen de acuerdo a su gusto e imponérsela a uno y molestarse si no encaja? Quería apresarme en su ideal. No le importaba quién era yo. No me aceptaba como soy. Quería poseer mi alma, y como sentía que había en alguna parte de mí algo que se le escapaba, trató de sustituir esa pequeña chispa interior que soy yo con un fantasma de su propia imaginación” “Se hizo una imagen de mí y yo tenía que encajar en ella. El quería, también, apresarme en su sueño. Era un sueño distinto, pero era su sueño” “No quiero soñar el sueño de nadie más. Quiero soñar el mío”. Su lúcida protesta, se pone de manifiesto a través de sus propias palabras. Reflexionemos un poco sobre la libertad real y sobre romper las cadenas que nos atan a nosotros mismos y a nuestras expectativas sobre otros. Si esclavizamos o pretendemos esclavizar a otros, es porque de alguna forma, somos esclavos de nosotros mismos.
Nota: Imagen obtenida de http://pulsay.blogia.com/2005/123001-batofobia.php

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