A lo largo de la vida hay tres cosas inevitables: el nacimiento, el cambio y la muerte. En el nacimiento el protagonista no es libre de elección y no está presente ni en la decisión ni en el proceso. El cambio es un fenómeno inevitable de nuestras vidas y muchas de las elecciones que han de ser tomadas durante nuestro camino están en nuestras manos. La muerte es por otra parte el único destino que, en mi opinión, podría estar en nuestras manos.
Son muchas las personas e instituciones que se concentran en discusiones sobre si el aborto es un derecho o un asesinato pero son pocos los que intentan facilitar un final digno para el ser humano. Al final de este articulo me gustaría expresar mi opinión, dando así respuesta al título del mismo.
Para muchas personas el suicidio está mal visto. En Europa hay solo dos países que permiten el suicidio asistido: uno de ellos es Holanda, el cual es conocido por su política abierta en relación a la libertad del individuo. La ley más conocida es probablemente la legalización del consumo de marihuana existente desde hace ya algún tiempo. El otro país, para sorpresa de muchos es Suiza, un país pequeño y conservador, en el cual, a pesar de las luchas internas respecto a la eutanasia, a su política nunca le ha temblado la mano en la decisión de permitirla, eso sí con ciertos controles. En otros países como Italia o España es casi imposible que la política permita esto, ya que su cultura se ve bastante influenciada por su pasado y presente religioso. ¿Pero de verdad es un pecado morir dignamente y sin sufrimiento?
No solo la política y la religión son culpables de la prohibición existente en la mayoría de los países, hay una razón mucho más evidente y es que muchas personas simplemente no son suficientemente valientes como para tomar una decisión tan dura. Además una vez tomada la decisión sólo muy pocos son capaces de ser coherentes con ella y llegar hasta el final. Nos escondemos detrás de la religión y la política cuando en realidad de lo que tenemos es miedo a lo desconocido. No queremos conocer nuestra fecha de caducidad y mucho menos tomarnos una pastilla que nos lleve a ella.
Como siempre las decisiones que se toman traen consecuencias y en estos casos éstas son tanto positivas como negativas. Primero me gustaría concentrarme en algunas de las positivas que afectan a los ámbitos, económicos y políticos. Si una persona enferma físicamente o psíquicamente decidiera morir, al estado y a la comunidad le daría un beneficio económico ya que no hay que subvencionar más a esa persona y con ello se ahorrarían costes en sanidad, en pensiones, en seguros etc…Los hospitales podrían dedicar más tiempo y recursos a otras personas que necesitan ayudas en el momento. Por otro lado hay consecuencias negativas también, por ejemplo los bancos no cobrarían las deudas de las personas que deciden su muerte y estas podrían malgastar el dinero y por lo tanto disminuir los beneficios. Además la familia se podría ver económicamente en apuros ya que si por ejemplo una pareja paga la casa de manera equitativa después de una muerte deseada uno de ellos tendría que hacerse cargo del total.
Después de haber repasado las consecuencias que tienen una relación directa con la economía me gustaría hacer hincapié en aquellas otras de más relevancia, que son las consecuencias hacía el entorno, hacía la víctima y hacía la sociedad en general.
Empecemos por la propia víctima. Si una persona está sufriendo en cualquier aspecto y está segura de que la única solución para poner fin al sufrimiento es la muerte, en mi opinión está en perfecto derecho a decidir morir dignamente. Por supuesto que la familia y su entorno cercano se verían afectados, pero creo que es peor para la familia ver sufrir cada día a una persona querida. La persona que ha decidido morir ya no se verá agobiada por el mundo exterior, el cual pasa demasiado rápido y muchas veces es insensible a los problemas de las personas.
La familia por otro lado ahorraría quizás costes de sanidad pero lo más importante es que por fin pueden ver otro mundo que no sea el del sufrimiento. Verán que uno de sus seres querido se habrá ido pero dejando sufrir y de ser una preocupación importante, lo que le permitiría al entorno cercano vivir con más paz y tranquilidad. Hay un aspecto muy difícil de superar para la familia y es que las leyes no lo ponen fácil incluso en aquellos lugares donde lo permiten y eso hace el proceso muy duro y excesivamente largo. Cuando los médicos hacen informes para ver si la persona es apta para tomar la decisión de morir, se realizan preguntas sin ninguna piedad ni compasión hacía la víctima y los familiares.
Mi opinión es clara, las razones para querer morir, que por otro lado son individuales, deben ser escuchadas y respetadas. Quien no quiera contribuir en el proceso está en su perfecto derecho de no hacerlo, pero no es quien para impedir la libertad del otro. Aparte de esto, aunque no hace falta mencionarlo, creo que la persona que decide morir ha de hablarlo abiertamente con su entorno cercano ya que éstos se verán afectados por su decisión, pero ellos deben de respetarla y si pueden, ayudar en el proceso. También creo que los gobiernos deberían facilitar el derecho a morir, ya que estas personas han contribuido a la sociedad y sólo piden una muerte limpia y tranquila. Respondiendo a la pregunta inicial no somos libres de elegir nuestra muerte en la mayoría de los países y en los pocos en los que se permite, el proceso es tan complicado que muchas personas no pueden aguantar la presión y se rinden.
Me gustaría dedicar el artículo a todos aquellos valientes que han decidido cuando marcharse y a sus familias.