“Los antiguos desconfiaban del éxito porque temían la envidia de los dioses, pero también el peligro del desequilibrio interior causado por cualquier éxito como tal”(E. M. Cioran[1]).
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“En la vida humana la buena suerte es una divinidad peligrosa, más peligrosa que la mala. Mientras esta aniquila desde fuera y visiblemente, aquella destruye, corrompe desde dentro sin que ello se advierta desde el exterior” (Ortega y Gasset[2]).
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“(Es preciso) contrarrestar nuestra ingenua tendencia a creer que la sobra de medios favorece la vida. Todo lo contrario. Un mundo sobrado de posibilidades produce, automáticamente, graves deformaciones y viciosos tipos de existencia humana —los que se pueden reunir en la clase general «hombre-heredero» de que el «aristócrata» no es sino un caso particular, y otro, el niño mimado, y otro, mucho más amplio y radical, el hombre-masa de nuestro tiempo” (Ortega y Gasset[3]).
[1] E. M. Cioran: “Ese maldito yo”, Barcelona, Tusquets, 1988, pág. 22
[2] Ortega y Gasset: “Goethe sin Weimar”, O. C. Tº 9, p. 590.
[3] Ortega y Gasset: “La rebelión de las masas”, O. C. Tº 4, p. 209.