Revista Psicología

¡Somos una gran nación!, ¿ah sí?, ¡define nación!

Por Jcarlosbarajas @kurtgoedel2000
Este artículo es una aproximación desde la ciencia política al discutido y discutible concepto de nación

¡Somos una gran nación!, ¿ah sí?, ¡define nación!


Patrones del metro lineal de la Oficina de Pesos y Medidas de Sevrés Foto wikipedia

   El metro es la diezmillonésima parte de la distancia que separa el polo de la línea del ecuador terrestre
Definición de metro de la Academia de Ciencias francesa 1791
El metro es 1.650.763,73 veces la longitud de onda en el vacío de la radiación naranja del átomo del criptón 86
Definición de metro 11ª Conferencia de Pesos y Medidas 1960
Un metro es la distancia que recorre la luz en el vacío durante un intervalo de 1/299 792 458 de segundo
Definición de metro 17ª  Conferencia de Pesos y Medidas 1983

Uno se puede fiar de la definición de metro, ha sido difícil pues a lo largo de la historia de la ciencia ha habido varias, pero cada vez que se elabora una nueva sustituye a la vieja y es mucho más exacta que la anterior.
Y luego, para nuestra tranquilidad, puedo utilizar esos metros tan bien definidos para saber la distancia que hay entre mi casa y la estación de Cercanías, que es una de las distancias más importantes que hay en mi vida.
En cambio esto no pasa con otros conceptos, suelen ser conceptos abstractos como el amor o la libertad o el alma o la insoportable levedad del ser, son conceptos en busca de una definición, sin embargo, nadie se pone de acuerdo. Fulanito, filósofo famoso, dice que esto – el concepto que sea – es de esta manera, a lo que Menganito – epistemólogo prestigioso – responde que no, que el concepto es de aquella otra; y así un montón de autores reputados opinan y dan vueltas sin encontrar una definición común, para intranquilidad de personas como yo que viven de las definiciones ajenas.
Últimamente esto me está pasando con una palabra que está muy de moda: nación. Y aquí la intranquilidad es manifiesta porque se usa mucho, a veces como arma arrojadiza, a veces como exclusión de unos, otras para encontrar una posición donde colocarte o donde colocar a otros, en todo caso dista de ser una palabra inocente. Es una palabra con filo, con doble filo, que puede herir al otro pero que si no tienes cuidado te puede herir a ti también, y que puede llegar a ser no ya un arma blanca, sino un arma de destrucción masiva, antecedentes hay en la historia (1). Yo la usaría con más cuidado de lo que muchas personas públicas lo hacen. ¡No tomarás el nombre de nación en vano!, este es uno de los mandamientos que se quebró cuando a Moisés se le cayó una de las tablas por el camino ante la sorpresa de ver a los judíos – a quienes había dejado solos un momento -  adorando al becerro de oro, lo sé de buena tinta por que hace unos días he vuelto a ver en la tele a Charlton Heston dejando caer las tablas.
Y es que yo no tengo muy claro lo que es una nación, si sé lo que es un Estado. Es una organización política reconocible, con sus fronteras, su población, sus dineros y sus gastos, es algo tangible como lo son los metros lineales. Pero en el caso de las naciones el asunto no es tan sencillo. De esta manera, nadie duda de que España sea un Estado pero en cuanto a si es una nación hay todo un abanico de opiniones, hay quien piensa que lo es, hay quien piensa que es una nación de naciones y hay quien opina que es un Estado opresor que impide que las naciones que lo componen se manifiesten. Como veis la idea de nación no está muy clara y su aplicación a la práctica tampoco.
En la teoría política la idea de nación va unida al concepto de pueblo. El pueblo podría ser entendido como un conjunto de población caracterizado por una similitud hacia dentro y una diferenciación hacia fuera en un terreno, la mayor parte de las veces, cultural o étnico-lingüístico. La nación, desde este punto de vista de la teoría política tradicional, sería la proyección política de la idea de pueblo. Estas ideas son relativamente nuevas, no aparecen formuladas jurídicamente hasta finales del siglo XVIII con las revoluciones americana y francesa.
Esta visión tradicional, tampoco resuelve nuestras dudas pues se plantean inmediatamente tres problemas. En primer lugar, hay naciones que no han necesitado ni han contado en su origen con el sustento de una realidad étnico-cultural homogénea. En segundo término, determinados pueblos han manifestado una vocación política singular estando ya insertos en un Estado y, por último, la existencia de un pueblo o grupo étnico no equivale necesariamente a la existencia de una nación. Para contestar a estas tres preguntas Andrés de Blas propone la existencia dos tipos de naciones: la nación política y la nación cultural.
La nación política no tiene como fundamento necesario la existencia de un grupo étnico. Sería el caso de algunos Estados-Nación europeos que surgieron en la Edad Moderna y, sobre todo, el caso de los Estados Unidos y las naciones de Iberoamérica que surgieron de la rebelión liberal (2) contra el colonialismo. En este caso la nación surge en un momento histórico determinado como una referencia para soportar ideológicamente el Estado, es el Estado el que crea la nación y no al revés, y podemos afirmar que este esquema ha funcionado en muchos sitios.
En estos casos el Estado asume el carácter multiétnico de su realidad, creando lazos culturales de nueva creación o bien originarios de unos de los grupos étnicos existentes en su territorio.  Una nación de este tipo debe crear un nacionalismo específico, acorde en líneas generales con el nacionalismo liberal (2), un nacionalismo a la medida del ciudadano y no del particularismo étnico, se debe centrar en el individuo, su dignidad y los derechos intrínsecos de la persona.
Esta forma de nación cuyo modelo se ha seguido, por poner un ejemplo, en España y Francia, ha tenido más éxito en la segunda porque en la primera el Estado liberal resultó fallido después de varios intentos, mientras que la liberté, egalité y fraternité francesas han convencido al ciudadano francés de pertenecer a una gran comunidad política a la que el ciudadano español no ha tenido oportunidad de acogerse – debido a nuestra historia - y, en ciertas zonas,  ha visto en el particularismo étnico una especie de liberación ante un Estado que no garantizaba ni derechos ni libertades. A pesar de eso Francia no está libre de problemas étnico-culturales.
La nación cultural o étnica tiene su fundamento en una realidad cultural que reclama como indispensable la realidad prepolítica del grupo étnico, del pueblo, basándose en la idea de que una lengua hace una cultura y ésta lleva necesariamente a la constitución de una nación. Las ideologías nacionalistas impulsoras de este tipo de nación cuentan con una notable capacidad para efectuar síntesis y sincretismo entre hechos reales y míticos, tienen un obligado gusto por la diversidad y un inevitable entusiasmo por lo que es propio a cada pueblo.
En América sólo encontraremos naciones políticas exceptuando el caso de Canadá, pero Europa es un continente complicado a este respecto, pues en el mismo espacio estatal coinciden ambos tipos de nación. El caso español lo conocemos de sobra pero, en Francia, el Estado jacobino por excelencia, el nacionalismo político de la tradición republicana tiene tensiones con los nacionalismos étnicos vasco, bretón, occitano, corso y alsaciano.
Así que, si he entendido bien a Andrés de Blas, existen dos conceptos de nación, la nación política surgida de la ideología que soporta al Estado Nación y que surge a partir de los procesos históricos que tuvieron lugar en el paso de la Edad Media a la Edad Moderna y que dieron lugar al Estado moderno. En este caso la nación es posterior a la existencia del Estado. Y, por otro lado, la nación cultural, con una ideología que se basa en la existencia de una entidad étnica previa a cualquier Estado. En este caso se recurre a la idea de que el regnum medieval constituía ya una nación en sí misma, lo que es más que discutible pues la población medieval no tenía ninguna conciencia de pertenecer a una nación, eran vasallos de un señor, que consideraba su territorio como propiedad privada y que su derecho estaba avalado, ni más ni menos que por el mismo Dios, dentro de una visión del mundo occidental como una hermandad de valores comunes, la cristiandad, y no como un conjunto de naciones. A esta tendencia Dyson la llama “continuidad pronunciada con las ideas e instituciones de la Edad Media”. Al reino medieval le faltaba madurez política para ser considerado como una nación y, mucho menos, como un Estado en el sentido moderno de la palabra.
Y ambas ideologías contrapuestas comparten el mismo espacio geográfico. No es una mala descripción de las situaciones que viven países como el nuestro pero no es para estar más tranquilos.
Tanto el nacionalismo político como el étnico recurren a dos herramientas principales para reforzar el sentimiento nacional: la educación y la historia.
La educación es una herramienta que han utilizado todos los Estados para la creación del sentimiento nacional. Un ejemplo es la escuela laica republicana francesa que ha hecho una labor importantísima en la creación de un ciudadano francés, por encima de la pertenencia a una etnia local, consciente de sus derechos y deberes. En España, en cambio, se han dado dos clases de tensiones, por un lado, la contraposición no resuelta todavía entre la educación laica y la educación religiosa, por otro lado, el enfrentamiento entre una concepción central de la nación política española y la concepción local de los nacionalismos culturales de algunas Comunidades Autónomas. Al transferirse las competencias en educación parece que las autonomías han ganado en gran parte el pulso, consiguiendo consolidar su lengua local, en algún caso rescatarla o recrearla y, además, en buena parte han logrado la difusión de su visión de la historia.
La historia se usa para dar peso al sentimiento nacional, el peso del tiempo. La nación política revisa la historia buscando aquellos hechos que refuerzan la unidad nacional e intenta demostrar que los hechos históricos han llevado a la creación de la nación de manera progresiva  e inevitable. La nación cultural revisa la historia para demostrar que el Estado Nación es un corsé que impide que se manifieste un espíritu nacional que bebe en fuentes medievales y que ninguna represión puede ocultar porque siempre ha estado ahí, y poco importa que no haya existido una entidad política territorial en el pasado o que la que existió no pueda calificarse como Estado independiente porque en aquella época el Estado todavía no existía en ninguna parte del mundo.
Hace poco recibí un texto histórico-reivindicativo catalán enviado por una persona, que me parece muy sensata por cierto, a través de una red social. A mi el texto me ofrecía serias dudas sobre su validez histórica, pero sin embargo merecía el aplauso unánime de los miembros catalanes de la red. En el texto se criticaba con razón a la versión españolista de la historia que destilan ciertos miembros del Partido Popular pero luego se caía en el mismo defecto que criticaban (3).
A estas alturas que ya tenemos claro el concepto de Estado y, más o menos, el de nación, vamos a introducir una tercera noción relacionada con este complicado asunto, hablamos de la región. Y está relacionado porque a las sociedades sin Estado, unos las consideran naciones y otros regiones, por ejemplo unos hablan de Eskalherría, otros de Euskadi,  otros del País Vasco y por ahí queda alguno que todavía habla de provincias vascongadas, y estaría muy bien establecer los límites – si buenamente se pudiera – entre los dos conceptos, estaríamos todos más tranquilos (4), pero mucho me temo que va a ser difícil.
Para Olmeda habría hasta siete tipos distintos de regiones. La región natural, como unidad diferenciada por las características geográficas, climatológicas y paisajísticas. La región histórica, como extensión territorial definida por datos objetivos o mitos suministrados por interpretaciones historiográficas. La región económica, como ámbito territorial de las relaciones de producción, distribución y cambio de mercancías. La región urbana, constituida por una zona metropolitana. La región étnico-cultural, creada a partir de un grupo étnico, su lengua, cultura e historia. La región político-administrativa como demarcación jurídica del conjunto del territorio de un Estado. La región autonómica como territorio perteneciente a un Estado que cuenta con un organismo de gobierno de base territorial.
Pero más que una definición lo que hemos obtenido de Olmeda, aunque ayuda mucho, es una descripción de tipos y, además, una región real – de las que conocemos todos – puede estar incluida en varios tipos. A mi me da, aun a riesgo de parecer poco riguroso, que una región es una entidad territorial, con todas o alguna de las características de Olmeda, que no llega a ser una nación. Unas regiones están en el camino de ser naciones y otras ni siquiera lo intentan porque no les interesa.
Y esta idea de estar en camino de algo conecta con la pregunta acerca de cómo una región puede constituirse en nación y de ahí caminar hacia el Estado propio. Rokkan y Urwin han planteado un proceso de movilización regionalista, una especie de escalera en la que cada peldaño implica, en vez de que la fuerza de gravedad se oponga a la subida como ocurre en el mundo físico, una disminución de los apoyos sociales, por lo que la subida por la escalera hacia la independencia se hace más difícil conforme se van subiendo peldaños.
La escalera arrancaría de una entidad territorial plenamente integrada en un Estado, sin una entidad cultural separada. Aparecen las primeras asociaciones regionalistas de defensa cultural que inician la construcción de la identidad periférica.
El segundo peldaño suele ser la protesta a cargo ya de partidos políticos con un grado elevado de apoyo electoral que tratan de que se incorporen sus demandas territoriales a la agenda del sistema político central. Aparece el regionalismo propiamente dicho.
El peldaño siguiente se concreta en un mecanismo de poderes autónomos compartido entre el gobierno central y un gobierno a escala regional.
El cuarto paso, envuelto en una retórica federalista, implica una autonomía regional absoluta y una autoridad central que se ocupa de los asuntos interregionales.
El quinto escalón consistiría en el desarrollo de estructuras políticas con suficiente fortaleza para pedir la autodeterminación, los partidos que la promueven son de carácter fuertemente nacionalista.
En cuanto a los motivos que propician este proceso de movilización, los motores que impulsan este movimiento, los distintos autores proponen varias causas.
La primera serían las causas económicas, es decir, se busca la creación de una nueva economía nacional separada. Esta es una causa de ida y vuelta, pues por las mismas razones puede interesar seguir perteneciendo a la economía más grande del Estado matriz. En estos casos hay diferentes opiniones entre sectores, según los diversos intereses productivos y comerciales e implica un análisis racional entre si interesa crear la nueva economía o no. A estas causas no es ajeno el hecho de que el desarrollo económico de algunas regiones periféricas en algunos países que ha sido superior al crecimiento del centro (5).
En segundo lugar estarían las causas ideológicas. En este apartado podríamos hablar de tres causas, el sentimiento nacional basado en la idea de la nación cultural de la que ya hemos hablado, la asociación entre descentralización y acercamiento del gobierno al ciudadano y – por tanto – mayor democracia y, por último, la creación de un mesogobierno lleva implícita la creación de nuevas políticas públicas basadas en el territorio más que en intereses económicos.
En tercer término estarían las causas relativas a los intereses sectoriales. Un nuevo nivel de gobierno implica una redistribución del poder. Se crean nuevas clases políticas, nuevos niveles de gobierno con nuevos puestos para esas clases y, por último, estos procesos dan origen a nuevas burocracias para nutrir nuevas administraciones públicas.
Por último yo pondría a las causas de derivadas de la política internacional, aquí pasa como en el caso de la economía, puede ser un catalizador del proceso, como ha ocurrido en la independencia de Kosovo, o puede ser un freno, como les pasa a los kurdos, que no pueden ser independientes por la oposición de todos los Estados que ocupan el Kurdistán con el apoyo de las grandes potencias.
Y ya para terminar, he vuelto a hacer un artículo muy largo, el único antídoto real a un proceso de movilización nacionalista es ofrecer unos mecanismo de integración política que favorezcan la práctica de lealtades compartidas a los dos tipos de nación que conviven en un mismo territorio. Un clima propicio a estas lealtades compartidas pasará por la práctica de formas significativas de reparto territorial del poder y por la aceptación en profundidad por todas las partes de una cultura política democrática que excluya tanto los encantos de la homogeneidad como las veleidades de un pasado místico separador e intente asumir los sentimientos y particularidades culturales de todos, o de casi todos.
Pero, aunque hemos discutido durante muchos párrafos sobre lo que es una nación y hemos recurrido a la ciencia política – que para eso está – para arrojarnos luz sobre estos tortuosos conceptos, no estoy contento del todo. Sigo sin saber qué es exactamente una nación en el mismo grado que sé exactamente qué es un metro lineal. ¿Es España una nación?, ¿es Cataluña una nación?, ¿el hecho de que Cataluña lo sea implica que España no lo es, o viceversa?, ¿acaso lo es el Valle de Arán? (6). Todos tenemos una contestación a estas preguntas pero no somos capaces de convencer a todo el mundo de nuestra respuesta. Una lástima, no es tranquilizador.
Juan Carlos Barajas MartínezSociólogo
Bibliografía:
Fundamentos de Ciencia Política
Andrés de Blas Guerrero
Jaime Pastor Verdú
UNED
Madrid 1999
Ciencia de la Administración
Tomo 1
Teoría de la Organización y Gestión Pública
José Antonio Olmeda González
UNED
Madrid 2000
Economy, Territory, Identity: Politics of West European Peripheries
Rokkan , S. & Urwin, D.
Sage
Londres 1983
Historia de la Teoría Política
3ª edición
George H. Sabine
Fondo de Cultura Económica
Madrid 1999
Notas:
(1) Desgraciadamente no hay que irse al nazismo para encontrar esos antecedentes, no hace tanto, en los Balcanes, en la vieja Europa, hemos visto como se convertía el nacionalismo en fanatismo.(2) Aquí nos estamos refiriendo evidentemente al liberalismo político y no al liberalismo económico. Yo me siento heredero ideológico del liberalismo político, en cambio, tengo un problema personal con el liberalismo económico.(3) No voy a extenderme en lo que yo considero como inexactitudes o interpretaciones interesadas que vi en el texto pero voy a citar dos que me llamaron la atención por curiosas y no necesariamente por ser las, en mi modesta opinión, más inexactas. En primer lugar cito textualmente, “Congreso de los Diputados fundado en 1834, un pelín más tarde que las Cortes Catalanas en 1192”, bien comparar un parlamento liberal con una asamblea estamental medieval es comparar un automóvil, aunque sea antiguo, con un carro de bueyes, es tirar a la basura casi 700 años de evolución política para indicar que los catalanes tienen parlamentos desde antiguo. Por cierto la primera cámara con nombre de “Congreso de los Diputados” se crea con la constitución de 1837 y no con el Estatuto Real de 1834 como parece querer indicar el autor.En segundo lugar también me llamó la atención especialmente “los condados catalanes fueron oficialmente formados en el año 987 cuando el conde Borrell II de Barcelona se deshace del vasallaje que unía a Catalunya con Francia (fruto de la protección que ofreció Carlos Martel a Catalunya antes las incursiones musulmanas en la península a partir del 718) y se mantuvieron totalmente independientes hasta 1162”. Yo me pregunto, ¿quién era realmente independiente, Cataluña o el Conde Borrell?, el autor de texto seguro que la tiene, pero, ¿tenía conciencia nacional el vasallo del conde?, ¿un villano tendría conciencia de la existencia del mismísimo conde o se las tendría que ver con un infanzón de la nobleza baja que le molería la espalda si no entregaba el grano suficiente o a su esposa en derecho de pernada?. Es un error mirar a la historia con la mentalidad actual.(4) A estas alturas queda claro que a mi edad una de mis prioridades es estar tranquilo.(5) sería el caso de Cataluña y el País Vasco en España, pero también el del norte de Italia, en Europa y el curioso caso de Santa Cruz en Bolivia, entre otros.(6) El Valle de Arán (Oficialmente en aranés, Val d'Aran), también conocido simplemente como Arán, es una comarca catalana que cuenta con 10.295 habitantes. En esta comarca conviven tres lenguas cooficiales: el aranés (dialecto occitano vernáculo del valle), el catalán y el castellano. Existe un movimiento nacionalista que ha reclamado a la Generalidad de Cataluña ser reconocida como realidad nacional y cuyos argumentos son asombrosamente parecidos a los del nacionalismo catalán respecto al Gobierno de Madrid.
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