Desde la segunda mitad del siglo veinte, el propósito general de la alimentación en los países desarrollados ha sido objeto de un cambio drástico. Desde el objetivo inicial de alimentarse para satisfacer el hambre, se ha pasado a una alimentación basada en la seguridad; es decir proveer al organismo de los nutrientes necesarios que ofrezcan salud y eviten las enfermedades.
En consecuencia, se ha creado un nuevo concepto de nutrición que podríamos denominar alimentación saludable, y donde los alimentos funcionales cobran un importante papel, como es el caso de los alimentos enriquecidos.
Se trata de incrementar las propiedades nutricionales de ciertos alimentos con el fin de asegurar sus beneficios al alcance de un mayor número de la población. Objetivo que, como veremos, participa más de cierta propaganda comercial que de la propia realidad.
Entre los ejemplos más habituales hoy en día, podemos encontrar:
- la leche enriquecida con calcio
- los zumos de frutas con extra de vitamina C
- cereales enriquecidos con fibra, etc…
Hacia los alimentos de diseño
Pero además, la tendencia pasa por añadir a los productos otros nutrientes que no tenían en su origen, o que tenían en cantidades muy pequeñas, como
- leche enriquecida con flúor
- zumos enriquecidos con leche
- huevos con ácidos grasos omega
- fiambre enriquecido con fibra, etc…
Más que tratarse de alimentos enriquecidos, son ya alimentos funcionales, cuya filosofía es la de ofrecer una ventaja saludable más allá de los puros efectos nutricionales.
Una dieta diversa en cantidades adecuadas puede aportar por sí sola los nutrientes precisos para una persona sana y normal.
La utilidad relativa de estos productos, podemos encontrarla en necesidades nutricionales de carencias específicas, o cuando se han adquirido hábitos incorrectos alimentarios muy difíciles de solucionar por otras vías.
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