¿SON IGNORANTES NUESTROS HIJOS? (y II)

Continuación…

Seguramente hay demasiado miedo en nosotros y en nuestra manera de pensar, sentir y actuar, como adultos. Por eso sobreactuamos intentando afianzar nuestros esquemas y, a la vez y sin querer, nuestros errores, esas malas decisiones que tomamos por no saber o querer aceptar la vida tal como es! Nos hemos forjado un personaje inflexible, insensato, algo perverso y absurdo que condiciona algo que nuestro corazón nos dicta y que un niño aprobaría sin dificultad. ¿Miedo a perder la autoridad ante el niño o ante nuestra propia vida? ¿Miedo a aceptar nuestros propios errores y límites? ¿Miedo a que un ingénuo niño nos pueda cuestionar a nosotros, sus supuestos guías y maestros? ¿O tal vez miedo a que ese inocente e inexperto niño nos responda desde el corazón, cosa que nosotros abandonamos ya hace demasiados años y nos alejó de la felicidad que tanto anhelamos? ¿Quién es más feliz, un niño pequeño que vive el aquí y ahora intensamente o nosotros los adultos, supuestamente sabios y conocedores de la vida, que vivimos permanentemente en el pasado o el futuro, pero sin vivir el presente? ¿Rechazaría un niño la felicidad, si tuviera la oportunidad de hacerlo?

En lo único que posiblemente superamos a un niño es en la conciencia de nosotros mismos y de lo que pensamos, sentimos y hacemos. Pero tal vez precisamente sea eso lo que nos aleja de la felicidad! ¿Se puede ser feliz, siendo, además, consciente del presente? ¿No es la felicidad con plena conciencia lo que deberíamos aprender a vivir? ¿No es eso la verdadera madurez?