Revista Cultura y Ocio
Este fin de semana se estrena Son of Babylon, el drama social de las naciones kurda e irakí en el entorno de conflicto que fué la guerra de Irak en el año 2003. Será el segundo largometraje de Mohamed Al-Daradji y el primero en saltar al circuito internacional de una forma tan rotunda. Sin embargo, no es para nada una película recomendable. Lo vemos a continuación.Irakdesgarrado por las guerrasdictadura de Saddam HusseinTormenta del DesiertoEstados Unidos
Los medios de comunicación occidentales continuaron hasta mucho tiempo después agitándonos con noticias que los conflictos internos (atentados suicidas incluídos), y a todos en mayor o menor medida nos picó la curiosidad de escarbar en la verdad de esos asuntos, intentando salir del circuito de informaciones de los corresponsales encamados (un tipo de corresponsalía que, para todos los que quisieron aceptar, supuso el estar obligados a no contravenir los intereses de los militares norteamericanos). Al Jazeera, con toda seguridad, será la fuente de información periodística sobre el asunto a la que mejor podrías haber acudido. Pero tampoco está de menos prestarle atención a los productos culturales lanzados desde oriente medio.
Con la excusa de una abuela y su nieto, huérfanos de amor, que van a buscar al padre del niño en los emplazamientos militares de la postguerra del momento, Son of Babylon adentra en varios emplazamientos de amargura de la erosionada Irak tras la caída de Saddam Hussein por allá por 2003. Un viaje por carretera desde el norte de Irak a Bagdad, Nasiriya en adelante y a continuación, Babilonia, el destino final de la odisea. Cada personaje que se irán encontrando progresivamente los dos protagonistas se convertirá en una nueva dimensión, una y otra perspectiva del prisma de la guerra y, en definitiva, de la miseria humana. Entre otras, las conclusiones a las que nos llevará este filme será que no nos quedan tan lejanas en el fondo las intenciones y formas de ver la vida de estos sujetos con los nuestros. Que todo o casi se queda en el concepto de contexto.
Lo que debería ser una caída progresiva hacia el pozo de la desesperanza es un sopor para el espectador, que se verá cada vez más desconectado y menos empatizado con lo que les ocurrirá a los protagonistas. Será la road movie más lenta y anodina de las que podrás encontrarte en tu vida. Por supuesto, para los no iniciados en el género del drama social de oriente medio podrá suponer un momento crudo y realista para su filmografía, pero que no se deje engañar. Lo extraño del método de trabajo de los actores, que con sus lenguajes (verbal y no verbal) exóticos y los roles de pobredumbre absoluta podrán hacer pensar en algún tipo de verdad de la que estamos alienados en nuestras vidas de clase media acomodada, pero nada más lejos. En ocasiones sus acciones son las propias de brutos necios.Hejar, Half Moon, Welcome, Cheeese... o Turtles can fly son algunos títulos de películas kurdas que reflejan más certeramente la asfixia, agotamiento y desesperanza que caracteriza el sentir del pueblo turco, el único pueblo-nación no reconocido como tal por los actores internacionales que deberían hacerlo. Un caso atípico en el mundo de las relaciones internacionales que recomiendo a cualquiera con algo de conciencia social que investigue, se sorprenderá y mucho.
Una dirección (a cargo de Mohamed Al-Daradji) decente pero que no destaca, una realización áspera pero no relevante, y un guión más propio de un trabajo de fin de curso de cine que de un largometraje tan reconocido internacionalmente, Son of Babylon será la película que podrás ver pero que olvidarás a la semana siguiente. Alcanzará unos mínimos de decendia por la punción final (que tampoco la salva de ser una cinta regular), y por los datos socio-históricos, consultables por otra parte en cualquier artículo situacionista sobre Irak en las secciones internacionales del periódico que prefieras.
Artículo de Esther Miguel Trula.