Revista Opinión

Soñando con el Taj

Publicado el 06 noviembre 2009 por Mechu
Hacía tanto tiempo que soñaba con él, que no recuerdo cuando decidí que no me moriría sin verlo. Era definitivamente mi más importante "objetivo viajero", no ansiaba conocer y disfrutar tanto algo como esa maravillosa obra humana de la que había leído cuentos y mirado fotos. Así que en mi viaje a India, tal y como alguien me sugirió, lo dejé para el final. Quizá para saborear su belleza en el largo viaje de vuelta o para poner la "cherry on top" de esas dos increíbles semanas.
Muchos turistas lo visitan "a la japonesa", en sesiones flash de una hora con los 10 segundos de rigor para la foto del "yo estuve ahí". Mi plan era bastante más sereno. Cuando le comenté a Lala, mi amigo el conductor de un ciclo-rickshaw, que pensaba estar en el Taj todo el día, entiéndase desde el amanecer hasta que me echaran (un poquito después del atardecer), se rió y me dijo que era imposible. "Nadie pasa ahí dentro tanto tiempo, además, no permiten entrar con nada de comer y revisan las mochilas, así que lo máximo que estarás serán tres o cuatro horas porque te dará hambre", dijo. Y agregó, "¡además, no hay tanto para ver en tantas horas!". Efectivamente, no es "tanto" lo que hay. Soñando con el TajPero no es un parque de atracciones.En el recinto del Taj están el mausoleo, las dos mezquitas que lo flanquean, el arco de la entrada, un museo, varios jardines y el río Yamuna en la parte de atrás. Y that´s it. Suena a "pocas cosas", si hablamos de cantidad, pero la calidad exige un poco de dedicación. Además era -repito- mi mayor sueño viajero. ¡Tenía que vivir hasta lo más hondo ese día! No se trataba de eso de disfrutarlo mucho "por si no lo vuelo a ver", porque estoy segura de que lo veré más veces, sino porque esa primera vez será irrepetible. Aunque lo visitara una vez tras otra a lo largo de los años que me queden, ninguna volverá a ser mi primera vez.
Más de 20.000 personas trabajaron durante 22 años para levantar esa tumba. Eso es parte de lo increíble, que no sea un palacio, ¡sino una tumba! Construida por el emperador mogol Shah Jahan para su esposa favorita, Mumtaz Mahal (que murió la pobre dando a luz a su hijo número 14, ¡con razón se murió!), la historia encierra tanto amor que es imposible quedar indiferente. El sentido de su construcción y su belleza, se combinan para hacer que su imagen en la pupila sea como de cuento. El color del mármol va cambiando conforme cambia la luz del día. Lo ví primero nublado y bajo la llovizna, casi fantasmal al final del estanque. Luego con una lluvia torrencial de esas del trópico, y finalmente se hizo el milagro y salió el sol. Todo en un día. Uno en el que lloré, reí, medité... y como dijo Lala, no comí, pero no sentía hambre. Las primeras horas solo estuve mirándolo de lejos, incapaz de entrar aún, extasiada ante su magnificencia. Las últimas las terminé de la misma manera, viendo caer la noche sobre las composiciones de piedras semi preciosas que lo adornan y los tonos blancos, rosados y grises del mármol tiñendo la mágica estampa. Es precioso. Mi corazón latía con tanta fuerza al atardecer, que creía que se me salía del pecho. La emoción era incontenible.
El Taj Mahal es la creación humana más bella que han visto mis ojos.
Y no puedo creer que a mis 29 años ya he cumplido ese sueño. Eso significa, además de que soy muy afortunada, que tengo que seguir soñando y haciendo realidad mis anhelos. Y a pesar de que del Taj Mahal ya han sido publicadas miles de fotos, postales e ilustraciones en general, aquí está la mía. Una de las decenas que le tomé hoy hace un mes, en ese maravilloso 6 de octubre que pasará a mi historia como uno de los días del Top Ten de mi existencia.

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