Para una verdadera “fashion Addict” es imposible no soñar con tener, una vez en la vida, un tocado de Philip Treacy.
Es cierto que comenzó su andadura en Inglaterra y que es allí donde tiene a sus seguidoras más fieles, pero es un designer reconocido mundialmente y no hay celebrity que no haya lucido en alguna ocasión una de sus creaciones, de hecho, las creaciones de Philip han “coronado” cabezas muy pop como la de Lady Gaga y muy reales como la de Kate Middleton.
Estos sombreros son construcciones vanguardistas y literalmente arquitectónicas con plumas, formas náuticas, maderas y flores de una gran variedad de materiales. O las odias o las amas.
De paso por Londres no pude resistirme en probar algunos de los más artísticos tocados de este diseñador. No puedo describir la emoción de ponerme en la cabeza pequeñas obras de arte del valor de un coche mientras la dependienta me hablaba de Philip como si de un momento fuera a entrar por la puerta.
En su creación he visto el amor por un arte que hace poco estaba desapareciendo y que gracias a sus importantes colaboraciones de alta costura con Karl Lagerfeld, McQueen, Galliano, Valentino y por último Armani, ha ayudado a muchas pequeñas sombrererías a tener una esperanza de vida.
Como siempre, en todos los cuentos más románticos hay un mentor, en el caso de Philip fue Isabella Blow, estilosa editora de la famosa revista Tatler, gracias a su adoración por Philip, y al uso de sus creaciones lo ha dado a conocer a toda la industria de la moda. Por su parte, Philip estaba encantado porque sabía que con ella podía hacer algo creativo, y no el típico tocado de tul o velo y perlas que pedían las novias. Juntos cambiaron el mundo del sombrero, hasta que Isabella en 2007 se suicidó tomando veneno.Con sus 44 años Philip logra que el complemento más olvidado vuelva a ser un must en la moda, la dependienta me contó que durante la semana de Ascot logran un completo sold out de sus sombreros.
Ahora más que nunca y depués de la visita a su tienda en Londres, me fui con muchísimas ganas de tener por una vez en la vida, un sombrero de Philip Treacy; y con la sensación de que ya no son los diamantes los mejores amigos de una mujer.