Hay gente que se hace amar por estar siempre con los instrumentos de su oficio entre sus manos. Hay gente que te hace sentir que no solamente hace lo que ama, sino que ama lo que hace.
Adalberto Hechavarría Alonso, uno de esos poetas que perduran, con una excelente forma de dibujarnos los paisajes y situaciones con un lenguaje grato al oído, estudioso tenaz de los mejores clásicos, sus sonetos con una frescura y un modernismo que lo separa de otros cultivadores cubanos de este género, nos lleva como en una barca por un río a veces impetuoso, a veces apacible, pero con un agua tan trasparente y refrescante que no nos deja salir de su mundo.
Este poeta de Las Tunas, Cuba, al que el tiempo va perfilando una poética bien precisa, amorosa y única, también ha incursionado por la poesía libre y la décima cubana, así como el ensayo, es de admirar la dedicación que le presta a su obra y a los que lo rodean, su obra reconocida y premiada, no todo lo que se merece, nos deja siempre entre ver la palabra como un fuego vital que te ilumina.
Desde ya los dejo con algunos de sus sonetos.
A LA PALABRA
Te bendigo, palabra vencedora,
por el fuego vital que te ilumina
cuando cantas la luz de la belleza
y perfilas un rostro verdadero
al escrito que nace con la magia
indecible de ser la carne propia
del poeta que escribe su estructura
con la sangre caliente de su pulso.
Te bendigo, dadora de esperanzas,
amiga terrenal de las estrellas,
que en sílabas de lumbre resucitas
el tiempo: lo detienes, lo rescatas,
lo vuelves porvenir y lo eternizas
como en un entramado prisionero.
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SONETO
Anegado de paz pruebo la suerte
en el más absoluto desconcierto
y entre tanto lirismo descubierto
no me acuerdo siquiera de la muerte.
Este oficio de escriba me convierte
en artesano a corazón abierto.
La blanquísima arena del desierto
en mis ojos la soledad me vierte.
Y en medio de la luz esta mañana
persigo la esperanza con arcana
ilusión de llegar a la belleza.
Le copio los contornos al espacio
y el horizonte –llama de topacio–
por mi pecho en nostalgias se desgrana.
Y termino con el soneto…
TODOS LOS TRENES PASAN POR OMAJA
Todos los trenes pasan por Omaja
y yo desde el portal contemplo el humo
que ennegrece el azul como un brochazo
y se expande nervioso por el cielo.
Bajo la vieja luz de este domingo
me voy con el pitazo a los confines
y regreso a mi cuerpo por instantes
como un intermitente desamparo.
Alguien tal vez desde una ventanilla
prefiera mi sosiego y se quedara
en esta mecedora pensativo.
Mientras cruzo el umbral de la distancia
en un próximo tren que vendrá como
un ligero reptil sobre los rieles.
Me despido con esté pequeño homenaje a quién merece más, y los dejó en espera de nuevas obras de su colección y de quién se puede decir con honestidad estos son fragmentos para leer más de una vez…