Revista Arquitectura
En el último número de la revista caimán cuadernos de cine, el 67 [118] correspondiente a enero, las profesoras Débora Kantor y Julia Kratje entrevistan a la directora Lucrecia Martel sobre su imprescindible Zama, y una de sus preguntas está relacionada con la arquitectura:
En
relación con esta idea y con esta sensación de inmersión, ¿cómo trabajó el
sonido, las voces, los ruidos, las músicas, en un espacio donde se vuelven
perceptibles los umbrales entre los interiores y los exteriores?
Zama sucede en
un entorno urbano que se está armando en ese mismo momento. La capacidad de
frenar el entorno más salvaje de la naturaleza es más bien limitada. Por eso,
en todas las escenas de interiores se escuchan muchos insectos, porque se
supone que las ventanas no tienen vidrios. No se puede frenar el sonido. Es
todo un mundo muy frágil: no es el palacio con el calabozo bajo tierra en el
que no se escucha nada, o una arquitectura enorme hecha de piedra, que
significa que hay mucho dinero. Las casas de barro están sostenidas con
fragilidad, están llenas de agujeros y fácilmente penetradas por el sonido.
Elegí una forma arquitectónica de Chiquitanía, que obviamente no era una
barrera para el sonido. Son iglesias muy abiertas, con las paredes pintadas,
con mucha madera y
muchas aberturas, mucho aire, mucha luz. Entonces, si eliges ese modelo
arquitectónico estás eligiendo también una forma de funcionamiento del sonido.
En exteriores intentamos utilizar sonidos de animales que parezcan medio
electrónicos, porque también eso perturba todos los prejuicios que tenemos
sobre el pasado. Nosotros, ahora, estamos llenos de microsonidos
electrónicos. Si de golpe se apagaran las luces, si se apagaran todas las
vibraciones de las cosas eléctricas, el sonido de la ciudad cambiaría. Juntar
todas las ranas, chicharras, mosquitos, pájaros que suenan, también perturba un
poco.
Además de con el sonido, en la película hay otras relaciones con la arquitectura, Violeta Kovacsics escribe en su crítica a la película:
En el cine de Martel, el encuadre lo es todo. Son planos en los que la puertas y mamparas jamás permiten que se pueda observar el conjunto en su totalidad
Es cierto que Lucrecia Martel usa elementos arquitectónicos para limitar sus encuadres o para reencuadrar dentro de ellos. Hay que ver Zama, una película histórica narrada de un modo completamente actual.