Revista Cocina

Sonidos de primavera

Por Dolega @blogdedolega

Hay épocas en que debería comprarme una rueca a ver si me pincho y me duermo una temporadita. Eso me evitaría muchas complicaciones.

Hace una semana fui a ver al padre de una amiga al hospital y de allí me traje una preciosa gripe que me acompaña hasta ahora. Tengo un manantial de flemas y una tos como en mis buenos tiempos de fumadora.

Para variar, al llegar la primavera tenemos una nueva mascota en casa. Yo no acabo de entender que extraña fuerza hace que todos los bichos anormales piensen en recalar aquí. Hectáreas y hectáreas de monte, miles de pinos…pues no, el sitio para venir a tocar las narices es este.

Se los presento, pero no ha querido posar porque es muy tímido ó ha temido asomar la cabeza:

¿A que es encantador? Realmente lo sería si no fuera porque empieza el cantito a las seis de la mañana (de noche todavía) y no lo deja ni un instante hasta las siete de la tarde.

He considerado diversas alternativas, a saber:

Talar todos los arboles del jardín a ver si hay huevos a volar y cantar a la vez.

Si anda buscando pareja (me da lo mismo si es macho, hembra ó mediopensinista) por aquello de que es primavera, darle dinero y que se vaya al puticlub más cercano a desfogarse a ver si una sesión extenuante de sexo le impide cantar por algún tiempo.

Desempolvar mis habilidades con el tirachinas/honda/biombo para coger fruta de los árboles y adaptarla para silenciar al pájaro cantor. Esta opción tiene el inconveniente que a mis años y sin gafas me expongo a que venga, me arrebate el artilugio y me dé con él en la cabeza.

Así que en estos momentos no soy la alegría de la huerta.


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