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Foto; Sergio Young Mustaine
Una pequeña intro pregrabada da paso a “The prisoner”, en la que Bruce empieza a tener ya problemas a la hora de llegar a ciertas fases de los estribillos, y es que los años no pasan en balde, pero bien es cierto, que su actitud es encomiable. Pero si no es la voz del inagotable vocalista, es el viento el encargado de “deslucir” un tanto la actuación, arruinando parte del sonido. “Two minutes to midnight” llevará casi al clímax al público, con Bruce pidiendo que se reaccione, con sus típicos “Scream for me”.Foto; Web
Primera vez en la que se descansa entre temas, y Bruce presenta el siguiente, correspondiente a “Fear of the dark”: éste sería “Afraid to shoot strangers”, montando un bonito sonido entre las tres guitarras doblándose entre sí. Unos segundos tras terminar la canción, y el cantante desaparece tras el escenario, para enseguida volver con una casaca roja y una bandera británica… Esto sólo puede significar que la siguiente en sonar será “The trooper”, una de las favoritas de la banda y del público, en la que nos dejamos casi la voz coreando el estribillo. Pero si todavía teníamos voz, el próximo tema se iba a encargar de ir agotándola un poco más, cuando por megafonía se escucha “Here is wisdom / He that hath understanding count the number of the beast, for it is / man’s number / It’s number / is Six Hundred and Sixty Six” del Libro del Apocalipsis, y “The number of the Beast” nos golpea en pleno rostro, con un demonio en lo alto, observando como los seis integrantes lo daban todo sobre el escenario, denominado ese día como Clive Burr, el recientemente fallecido ex-batería de la “doncella de hierro”, que tocaría en sus tres primeros discos.Foto; Web
Un cambio de telón, como con los británicos ya es habitual, pues tienen a su mascota Eddie the Head, representado en varios diseños, y nos llevan a 1980, año en que apareció su primer larga duración… La canción elegida es la extensa “Phantom of the Opera”, con los ya típicos ir y venir de los componentes del combo. Y llega el momento en que aparece el primero de los tres Eddies que nos tenían preparados esta noche, una especie de muñeco gigante que se paseaba por el escenario ataviado como si se tratase de un General Custer, buscando atravesar con su sable a los chicos, mientras que ellos, prácticamente, se reían de él, al mismo tiempo que estaban tocando “Run to the hills” y en las pantallas se proyectaban escenas pertenecientes al video clip grabado en su día, en aquel año 1982.Foto; Web
“Wasted years”, single de “Somewhere in time” sería la siguiente y serviría de prólogo a “Seventh son of a seventh son”, en la que Eddie volvió a aparecer tras la plataforma de la batería de Nicko, observando una bola de cristal y sentado frente a un libro, que podía leer “gracias” a las llamas de unos candiles situados a ambos lados. Momento en que aparece también un órgano tubular en uno de los laterales y que, al final de la canción, múltiples llamaradas toman la escena.Foto; Web
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La fantástica “The Clairvoyant” y “Fear of the dark” les siguen… Momento en el que esto escribe, al escuchar las primeras notas de ésta última, decide tomarse un respiro y fumarse un cigarro tranquilamente: no me entendáis mal, es muy buena canción y entiendo que hace moverse a la gente, pero al tocarla en determinados shows, donde no pintaba nada, y sonar en ciertas emisoras, bares – pubs, que parece que sólo conocen ese tema, uno ya acaba un tanto saturado de él. Y una vez terminado éste, ya era hora de que se llegase a “Iron Maiden”, el tema en que el grupo se suele despedir para volver con los bises, y ésta era la tercera vez que Eddie aparecía en escena, caracterizado como el que aparecía en la portada de “Seventh son…”, reviviendo aquel “Maiden England” del 1988, reeditado este mismo año, con su hijo moviéndose bajo esa bolsa que era la placenta, y con el que Bruce, Steve, Adrian, Dave, Janick y Nicko desaparecieron de nuestra vista, por unos minutos.Foto; Web
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Pero el clásico discurso de Winston Churchill, que termina con un “We shall never surrender” (“Nunca nos rendiremos”) nos devuelve a los seis músicos para interpretar los tres bises, siendo el primero de ellos “Aces high”. “The Evil that men do” sería el segundo, con una genial interpretación del tema por parte de los tres guitarristas. Y como tercer y último bis, nos tenían preparado “Running free”, uno de esos clásicos que conformaron su primer disco, y en el que Bruce fue presentando uno a uno a sus compañeros, y que nos llevó a encontrar de nuevo el escenario vacío, mientras que los mismos pipas que hacía, aproximadamente, 2 horas antes se esmeraban para dejarlo todo listo, ahora realizaban su trabajo a la carrera, para desmontar todo lo montado sobre las tablas y prepararlo para el siguiente grupo. Y todo ello, sin sonar esos silbidos tan característicos que aparecen en el tema final de “La vida de Brian”, que los británicos suelen poner en la megafonía cuando ya se retiran y lleva por nombre “Always look on the bright side of life” (“Mira siempre el lado brillante de la vida”). Texto; Master AngelFotos; Sergio Young Mustaine , extraídas de la Web.
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