Revista Psicología

Sonrisas y alguna lágrima

Por Monica Monica Moro Mesa @monicamoro
Yo creo que ya son 10 años o más que al llegar el mes de diciembre me acerco a un centro de acogida de niños y niñas en Badalona. Todo empezó hace más de 18 años en la empresa en la que trabajo con un pequeño concurso de dibujo y unos modestos regalos de Navidad. Desde entonces, sin interrupciones, cada Navidad se ha sido fiel a tan esperada cita. No os mentiré si os digo que son fechas complicadas pues coinciden con festivales infantiles, compras pendientes y cenas varias pero a pesar de ello, siempre he intentado acudir a tan señalado compromiso. Cuando se acerca el día me acuerdo de los chavales que veo año tras año una sola vez; me pregunto si seguirán allí, como habrán crecido, como les habrán ido las cosas, quienes ya no estarán pues abandonaron el centro y quienes acabarán de incorporarse. 

Sonrisas y alguna lágrima

Payasas mágicas

A golpe de Navidades ellos y nosotros, nosotros y ellos nos hemos ido conociendo, nos hemos ido acostumbrando a esa tarde, a esa esperada tarde. Es el momento de conocer a los ganadores, de escuchar villancicos y poesías preparadas con ilusión junto a sus educadores. Es el instante feliz, es una sonrisa, unos ojos brillantes, una carcajada sincera que te llegan hondo, muy hondo!!! Este año, además, todos juntos, hemos bailado, hemos reído, nos hemos sorprendido con trucos de magia y Papá Noel, ha sido el rey de la fiesta cargado de regalos largamente esperados. 
Y, entre sonrisa y sonrisa descubro una lágrima furtiva en una mejilla, unos ojos oscuros que se empañan y me miran fijamente, un sollozo ahogado apenas perceptible. Y me acerco, con el corazón encogido, roto, lloroso, y la abrazo, la envuelvo con mis brazos mientras tiembla y llora. ¿Qué le pasa a la princesa? Tristeza y desconsuelo infinitos en brazos ajenos. Y así, fundidas en un abrazo parece que el reloj se ha parado. Le limpio las lágrimas, le doy un beso y la princesa sonríe tímidamente. 
¿Qué secretos guardarán niños y niñas en el centro? Si os digo la verdad nunca he preguntado porqué están allí. Prefiero guardar como un tesoro la tarde vivida y los momentos compartidos, conservar los abrazos y los besos dados y recibidos con infinito cariño al lado del baño de realidad que me llevo bajo el brazo. 
Y al día siguiente, hablando con el Consejero de la empresa en la que trabajo, al comentar la tarde pasada en el centro con los 44 niños y niñas y sus educadores me dijo: pasar una tarde al año con ellos me sabe a poco, nos vamos y nos olvidamos hasta el año que viene. Creo que una vez al año no basta, me apetece volver a estar con ellos, volver a compartir espacio y tiempo
Desde el 22/12 tengo el corazón en un puño, yo también echo de menos a los chavales con los que compartí risas y lágrimas, yo también echo de menos volver a compartir con ellos momentos irrepetibles! Y sí, quiero volver a disfrutar, más de una vez al año, todo lo que me aportan y todo lo que nos damos y recibimos con ese gesto sencillo que es un caluroso y fuerte abrazo. 
“Conectarse sin emoción es como no estar conectados. El abrazo nos hace sentir bien, alivia la soledad, ayuda a superar el miedo… Y no hay que olvidar que las personas que abrazan envejecen más despacio. En casa, en el coche, en la calle, si estás con un amigo, con tus hijos, tus padres, tus abuelos, los vecinos… Recuerda cada día que un abrazo verdadero, de al menos seis segundos, es una gran terapia para todos“.
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