Revista Educación

Sonrisas y lágrimas peludas

Por Siempreenmedio @Siempreblog

El periodista estadounidense John Grogan alcanzó la fama en su país con las memorias de su familia, integrada por una mujer, también periodista, tres niños y un perro: Marley.  La joven pareja de profesionales liberales decidió adoptar un cachorro de labrador como forma de ralentizar las ganas de ser padres y aguantar un tiempito como felices recién casados. Pero el perro resultó ser más travieso de lo que esperaban y los sumergió en un mundo cargado de constantes aventuras que no siempre traían buenas consecuencias para el mobiliario de la casa, el jardín o algún vecino y transeúnte ocasional. Marley y yo fue un éxito de ventas muy merecido y un libro que consigue que, tanto si tienes perro o no (aunque mucho más si vives con un peludo) sueltes carcajadas a diestro y siniestro, hasta asustar, con toda probabilidad, a los miembros de tu familia. Sonrisas, carcajadas y alguna lágrima (bueno, bastantes), porque la historia de Marley es real y la vida es una tragicomedia.

Marley y yo

El éxito internacional les llegó a Grogan y a Marley con la versión cinematográfica, traducida al español de forma inexplicable como Una pareja de tres y que es una visión edulcorada y superficial de la evolución de pareja que el periodista cuenta en el libro hasta convertirse en una familia numerosa. Nada refleja la película de la difícil conciliación familiar, del trauma del aborto, o de los complicados traslados del domicilio familiar que sí analiza, con un sentido del humor que hace pensar que Marley cayó en la casa adecuada, John Grogan. El largometraje no muestra algunas de las anécdotas más divertidas del perro, pero sí convierte la historia en un melodrama doloroso al final, donde se demuestra, una vez más, que una imagen vale más que mil palabras. Si quieren, vean la película, pasarán un buen rato (y también uno muy malo), pero, sobre todo, busquen el libro y léanlo, porque es una fuente eterna de sonrisas y lágrimas peludas, que querrán recordar o contarle a los pequeños que los rodeen y a las mascotas con las que tengan la suerte de convivir.


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