El Puerto de Santa María formaba parte de la jurisdicción de la casa ducal de Medinaceli, que en el s. XVII era representada por Juan Francisco de la Cerda, padre, y Luis Francisco de la Cerda, su hijo. El Puerto había fechado el primer mapamundi que incluye América en el mundo conocido. Durante los siglos XVI y XVII, el Puerto es invernadero y base de las Galeras Reales además de sede de la Capitanía General del Mar Océano. Tenía actividad mercantil y naviera. Desde aquí se fletaban naves que recorrían las rutas de las especias, la seda, etc. En él se formaban marinos y navegantes, y estaba por delante de otras ciudades portuarias en sus funciones comerciales. La ciudad era el centro de la información política de toda Europa. En ella había importantes casas palacios cuyos interiores estaban lujosamente decorados con muebles de cedro, caoba, nogal o granadillo americano, mientras los suelos y muros eran revestidos de mármoles y pórfidos, todos ellos pertenecientes a la nobleza hidalga de los Cargadores a Indias, potentados de la urbe que además formaban el conjunto dirigente del Cabildo municipal.
El colectivo de cargadores se hizo fuerte en el s. XVII al llegar comerciantes que hicieron prosperar El Puerto. Eran principalmente vascos y navarros, también había italianos o flamencos. La aristocracia vasco−navarra, ocupaba un lugar privilegiado en la sociedad porteña, y eran miembros del gobierno. Sería hacia 1717 cuando se trasladaría definitivamente la Casa de Contrataciones de Sevilla a Cádiz. En la ciudad se podían contemplar los palacios de los Reinoso Mendoza, Rivas, Oneto, Vizarrón, Araníbar, Voss, Idiáquez, Villareal o Purullena. Los que procedían de la zona de Santander eran conocidos por los naturales como "montañeses". La mayoría llegaron para hacer fortuna, formando parte del concejo municipal, y gran parte de ellos se convirtieron en hidalgos, crearon un fuerte gremio pero mantenían constantes pleitos con las autoridades, debido a sus intentos de eludir las obligaciones y los pagos fiscales. Los montañeses eran pequeños propietarios y comerciantes que tenían negocios de comestibles y tabernas. Algunos eran almaceneros de bacalao y semillas, logrando altos ingresos que les aproximaban a la burguesía mercantil.
El Puerto de Santa María destaca fundamentalmente por su producción de vino y aceite, pero también por la sal que extraían de sus salinas al otro lado del Guadalete, y que exportaban a las Indias, para traer de allí patatas, maíz, pimienta, vainilla, índigo y otros productos americanos.
En el Muelle de las Galeras fondeaban las galeras reales que defendían la costa en el Guadalete. Junto a los muelles también estaba la ermita de Guía, a la que se encomendaban los navegantes antes de zarpar al océano. En la playa oeste se encontraba el Castillo de Santa Catalina y la ermita del mismo nombre, lugar desde donde salían las expediciones de conquista y exploración hacia las Américas.
El río Guadalete llegaba hasta las orillas de El Puerto, y en el s. XV corría sin canalizar. En la sierra de San Cristóbal estaba la ermita de Sidueña, lugar donde estaban las canteras que producían la piedra que surtía la construcción de iglesias, monasterios y palacios de la ciudad. El castillo de San Marcos, sede del cabildo de la villa, pertenecía ya en el s. XV a los duques de Medinaceli. En lo alto de la zona ribereña, había en el s. XV un mesón llamado Posada del Toro, que pertenecía a la familia de los Varela. Algunos miembros del gobierno fueron los alcaides Diego y Charles de Valera. La Iglesia Mayor Prioral estaba en el centro de la urbe, cuya fachada fue acabada por el arquitecto Francisco de Guindos en 1671, conocida como Puerta del Sol, que había sido hundida en el terremoto de 1636.
Al principio de la conquista de las Indias, las colonias copiaron los modelos de organización jurídica y social de la metrópoli, pero traspasada la frontera del siglo XVII, las sociedades criollas comienzan a desarrollar sus propios protocolos políticos y de vida, aunque manteniendo una vinculación con Europa.
Las mujeres que vivían en las colonias americanas estaban sometidas a las clases sociales que imponían su hegemonía virreinal. La sociedad colonial era una sociedad barroca, en la que se desarrolla una raza híbrida compuesta por la mezcla de múltiples pueblos y razas dominadas en los primeros años de la conquista. Los negros que sirven a las damas criollas, suelen ser mulatos o negros azabache con el pelo rizado.
Los peninsulares descendientes de los conquistadores españoles, frecuentemente marginan a los nacidos en América porque les consideran de menor valía, ya que ellos se consideran los elegidos para levantar un nuevo mundo en las colonias. A menudo cuando un hidalgo sin fortuna, que no pertenece a familias nobles, se casa con una criolla de abolengo alto, los blancos americanos guardan cierto rencor hacia él, debido a que consideran que en cierto modo, está usurpando un puesto que no le corresponde. Estos blancos americanos suelen ocupar los más altos cargos administrativos, militares y eclesiásticos en cabildos dirigentes de los gobiernos coloniales, quienes están nombrados para decidir los destinos del imperio, sometidos casi en exclusiva al rey.
Los negros americanos eran razas más débiles físicamente para el trabajo en las plantaciones de la caña de azúcar, y por tanto rendían menos, por eso los españoles y otros navegantes extranjeros, traían esclavos africanos, en especial de la raza mandinga, más fuertes y resistentes que los otros, tanto los hombres como las mujeres. Los mestizos fueron un producto de la unión de una india con un español, y eran habitualmente destinados al trabajo en la agricultura, las minas, los servicios domésticos o la construcción).
La mujer en las Indias tiene una poderosa dependencia del hombre con el que está casada, participando de la consideración que éste tiene en la escala social, pero en todo caso siempre está sometida a la tutela del esposo, el padre o el hermano. La mujer por sí sola tenía la misión de venerar el matrimonio como una institución respetada, que garantiza un control social sano, mientras representa el honor de las familias adineradas europeas, sin embargo sus opciones eran pocas, pues solamente podía elegir entre el matrimonio o el convento. Frente a ellas, las mujeres del resto de las razas no están convencidas de ese pudor que se exige a las mujeres blancas, por lo que los maridos gozaban de unas y otras a través de la infidelidad, produciendo hijos ilegítimos sin que casi nadie se lo impida.
En una época convulsa donde eran frecuentes las
revueltas de esclavos o grupos de trabajadores, la iglesia católica y las órdenes religiosas hacían un papel educador fundamental para intentar mantener la inclinación de los hombres a la fe que profesaban; los jesuitas eran los que más prestigio gozaban, la obediencia era su guía, y solían ser consejeros en la corte virreinal, de este modo influyen en las decisiones del virrey, controlando a la población. También había franciscanos y dominicos, éstos últimos representaban a la Inquisición. En las colonias era especialmente venerada la Virgen de Guadalupe.
Un personaje famoso del siglo XVII fue la religiosa Juana de Azbaje y Ramírez , sor Juana Inés de la Cruz (1651 - 1695), que nace en la hacienda de San Miguel Nepantla, en México, hija ilegítima de madre criolla, Isabel de Ramírez Santillana, y padre vasco, capitán Pedro Manuel de Asbaje y Vargas Machuca. Tomó los votos a los 17 años, y entró en el convento de San Jerónimo. Le gustaba escribir y estudiar ciencia, por lo que tuvo muchos problemas con los superiores y fue calificada de hereje. Defendió los derechos de las mujeres y su papel en las colonias. Murió en México en 1695.