Estos días conocimos la historia de la rendición de José Manuel, hasta hace poco portavoz de las reivindicaciones de varios miles de jóvenes investigadores españoles en situación precaria: ha abandonado la ciencia pública española y se ha ido a otro país en pos de un trabajo funcionarial (mucho mejor pagado). He ahí otro caso de esfuerzo educativo de primer nivel, pagado por todos, que se va a la basura.
Su caso no es aislado, qué va. El maltrato a que el gobierno ha sometido a la ciencia y la investigación en este país no sale gratis. Hace unos años conté aquí otro ejemplo, el de Araceli, investigadora y docente universitaria canaria, de intachable trayectoria en laboratorios nacionales e internacionales, que un día alzó la mirada y se vio sin futuro claro; peor aún, sin perspectivas dignas. Entonces se 'descongeló' de las listas de educación secundaria y ¡unas horas después! fue requerida para su inmediata incorporación a impartir clases. Más dinero de todos, a la papelera.
El periodista Iñaki Gabilondo reflexionaba anteayer sobre el caso simbólico de José Manuel, advirtiendo de que esta dejadez, rayana en la ignominia, nos va a costar cara, a la vez que lamentaba la sordera y mudez de esta administración. Añádase también su ceguera (evidenciada en el punto final de aquel artículo en que conté la historia de mi propia hermana):
"De este modo rocambolesco y grosero, el mismo sistema oxidado e indolente que acaba de aburrir a una investigadora ejemplar ha ganado una docente de primer nivel para las aulas de secundaria. Lo terrible es que nunca será capaz de advertir ni una cosa ni la otra"Ah, feliz día de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Hoy no, mañana.