Revista Cultura y Ocio
Intento despegar la foto de él que está pegada a la pared, mientras una lágrima me acaricia la mejilla. Casi no la siento, tengo frío. Apenas puedo ver su rostro y me cuesta recordar cómo era. Es extraño, hace sólo unos días era la chica más feliz y enamorada del mundo; en cambio, ahora estoy en esta casa sola y vacía, abandonada, precisamente este día. Ya nada tiene sentido. Me siento estúpida. Ni siquiera mamá y papá me soportan, y, como él, a la menor excusa, me dejan sola. Tengo los labios secos y apenas fuerzas para abrir la puerta. Sonrío, y mientras se me caen las últimas pastillas del bote, los veo y oigo como gritan: “¡sorpresa! “.Texto: Marcos Alonso