Rojo rojo, rojo mejilla se te desata en el desierto y de repente, cara al cuerpo. Es@ sos vos y Alguien te puso el cuerpo de repente y puso sangre a desafiarte en tus mejillas. El peligro avanzó ostentando la insolencia de tu propia torpeza, y te ataca ahora con el rojo en tu silencio. Incrédula, la valentía se protege detrás de un viento pobre, exhibiendo su talón de Aquiles victorioso, irreversible hueco. Dónde está hoy tu osadía envenenada, esa fiera desnuda que preñaste un tiempo? Hasta la sorpresa, boquiabierta, se apabulla, y te revienta su destajo en todos los idiomas que la carne puede. Qué vas a hacer ahora con lo que no esperabas? Cuántos agujeros más penetran en tus balas fecundas? Cuántos misterios, tu armadura inocente? Rojo mejilla en sangre, galopándote, reventando la vergüenza en tu ceguera, llegando hasta eso que olvidaste en lo profundo, tu cosa distraída, comiéndote la risa letal para escupirla en el palo enjabonado del ropero. Rojo que te despierta de un sopapo con el grito implacable de lo que no se te duerme aunque lo mates, y como un niño salvaje te reta a duelo con tu propio eco, creyéndole solo a tu parte secreta, hablándole solo a tu fantasma, por sobre todos tus graciosos cadáveres y las tumbas impostadas que jugás a enterrar, insaciable, cielo tras cielo.

Obra: Sofie Muller
