Revista Medio Ambiente

Sorpresa en la chimenea

Por Davidalvarez

Hacía ya unos meses que en casa de mis tíos se escuchaban ruidos extraños en el tejado. Algo raro sucedía allí arriba, y desde el mes de mayo, poco después de oscurecer, los silbidos y siseos se habían hecho mucho más frecuentes. No había duda de que en la chimenea había algo más que hollín y cenizas.

Hace una semana, aprovechando que mis tíos tenían que pintar la fachada, me subí a la grúa y nos acercamos a la chimenea para tratar de confirmar la presencia de los supuestos fantasmas, cuya identidad ya conocía de antemano casi con total seguridad. Cuando la grúa estuvo a un metro de la chimenea, empecé a escuchar los sonidos que mis tíos oían por las noches, así que con cuidado, encendí una linterna y allí estaban.

Sorpresa en la chimenea

Dos preciosos pollos volantones de Lechuza común (Tyto alba) no perdían detalle de mis movimientos, y entre sorprendidos y asustados, silbaban para tratar de intimidarme. Estaban completamente emplumados y les quedarían unos pocos días para abandonar el nido que sus padres habían instalado en el hueco de la chimenea. El sitio era perfecto, a cubierto de la lluvia, alto y con buen acceso desde todas las orientaciones. Solo había un problema, no para ellos, sino para mis tíos, que unos cuantos metros más abajo eran incapaces de encender la estufa, comprobando con sorpresa como cada vez que abrían el tiro, cientos de pelotillas de pelos, huesos y algunas plumas, caían por arte de magia por el hueco de la chimenea, llegando a obstruirla en varias ocasiones.

No hace falta decir que no había nada fantasmagórico ni sobrenatural en toda esta historia, tan solo una pareja de lechuzas había escogido el mejor emplazamiento posible para instalarse y sacar adelante a sus pollos. Y las bolitas de pelos y huesos eran egagrópilas, los restos no digeridos que las rapaces nocturnas (y otras muchas aves), expulsan por la boca varias veces al día. En este caso, el sitio que habían encontrado para deshacerse de las egagrópilas era el tubo de la chimenea. Qué más podían desear una pareja de lechuzas que un apartamento con aseo incorporado. El único inconveniente era que el uso del aseo por parte de las lechuzas impedía que mis tíos pudieran encender la chimenea, por lo que la única solución era cerrar con red el hueco por el que las lechuzas accedían al nido para evitar que se siguiera obstruyendo. Después de hablar con ellos, llegamos a un acuerdo mutuo que permitiría que mis tíos pudieran seguir calentando la casa en invierno y que las lechuzas continuaran con la cría y pudieran seguir criando en años venideros. Esperaríamos un par de semanas hasta que los pollos abandonaran el nido, luego cerraríamos los huecos de la chimenea con una red y después instalaríamos una caja nido en las proximidades con la esperanza de que las lechuzas acepten su nueva casa.

 

De esta forma, con la firma de este pacto todos saldrían beneficiados, las lechuzas dispondrían de un nido bien acondicionado y sin problemas de hollines y cenizas y mis tíos seguirían teniendo como vecinos al mejor raticida natural que existe, capaz de cazar cientos de ratones y topillos en cada temporada de cría, esos que le comen el maíz y le secan los manzanos. Sólo tenéis que ver el vídeo anterior para daros cuenta de lo bien que realizan el trabajo.

No hace falta decir que por desgracia, la actitud de mis tíos no suele ser la más habitual, ya que desgraciadamente aún hoy en día, las lechuzas y otras aves nocturnas siguen cargando con una pesada mochila de supersticiones totalmente infundadas, considerándolas aves de mal agüero que anuncian la muerte de algún vecino.  En este caso, tengo que admitir que tampoco me lleve una sorpresa, porque alguien que cuando le muere una gallina se la lleva a la raposa, porque considera que llegado el caso "mejor que enterrarla, que se la coma ella", sabía que no iba a defraudar en esto.

Sorpresa en la chimenea

Por desgracia, las lechuzas, al igual que otras rapaces nocturnas, se encuentran en regresión en muchos lugares. El uso indiscriminado de venenos y los atropellos en las carreteras causan miles de bajas todos los años. Asimismo, la alteración del hábitat y sobre todo la desaparición de sus sitios de nidificación tradicionales, como viejos árboles huecos y posteriormente los edificios y ruinas a donde se mudaron después, hace que la instalación de cajas nido sea una ayuda muy necesaria en estos momentos para recuperarlas. Ojalá cunda el ejemplo de mis tíos.


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