Savinova mira al cielo tras su victoria con Semenya a su izquierda - EFE.
No deben haber sido nada fáciles los últimos dos años para Caster Semenya, a la que pusieron en duda sus logros, esa zancada prodigiosa sin rival y esa superioridad apabullante en la final de los 800 metros. Su federación le hizo exámenes ginecológicos antes de aquel campeonato porque tenían dudas sobre su sexo, sobre si era o no mujer. El mundo dudó si lo era o si, por el contrario, era un hombre. La IAAF y su federación, la sudafricana, trabajaron durante once largos meses para encontrar una solución a la pregunta. Tiempo en el que no pudo competir. Un parón que tuvo final en julio del año pasado. A pesar de todo llegó a Daegu como clara favorita, pero se encontronó con una rival menos fibrada y más delgada que dobló sus pasos en los últimos metros y dejó un discurso conmovedor: "No me lo creo, me parece un accidente. No me esperaba correr tan deprisa". Palabras de la rusa Mariya Savinova, actual campeona de Europa y que hizo el mejor registro del año (1:55.87) para lograr el oro y sobre todo se fue a abrazar a Semenya, ignorada por sus rivales durante todo el campeonato.Resultó una carrera de alto voltaje: los 200, con Semenya quinta, se corrieron en 26.61 segundos y los 400 en 55.86 segundos. Sinclar y Jepkosgei, segunda en Berlín, asumieron el mando a un ritmo frenético, dispuestas a eliminar como fuese a la peor contricante. Pero Semenya remontó sin aparente dificultad: cuarta, tercera, segunda y primera en la recta final... Pero por detrás llegó como un cohete Savinova y se llevó el oro. Semenya festejó la plata como una liberación y Jepkosgei se quedó al otro extremo del podio, bronce y de nuevo por detrás de una atleta que ha pasado por un calvario fuera y dentro de las pistas.