Total, que aprovechando unos cuantos días seguidos de sol, y suponiendo que el camino hasta el lugar estaría seco y el coche podría pasar, decidimos hacer una incursión de avanzadilla investigadora. Llegamos haste Chiure, donde se toma el desvío por carretera de arena. Pasando comunidades perdidas, donde la gente nos miraba sorprendida; primero por encontrarse dos coches y segundo porque esos coches iban llenos de blancos. Y, claro, un blanco, siempre sorprende, y si tienes suerte, quizás, hasta te de unas monedillas, un boli o una botella de agua vacía.
Después de una hora por caminos perdidos, preguntando a la gente (que en su mayoría no habla portugués), vimos a lo lejos un montón de agua moviéndose, habíamos llegado a Maririni (la comunidad más al pie del cañón). Al acercarnos, esa masa de agua resultó ser muchísimo más grande de lo que imaginábamos. Unas caidas de agua impresionantes, muy anchas y que causan un ruido tremendo. También levantan una nube considerable de polvo de agua, y se condensa una humedad en la zona que te hace sudar como si estuvieras en una sauna.
En realidad tuvimos mucha suerte, porque llegar en época de lluvias es difícil, y, sin embargo, es la mejor época para verlas, porque es cuando están cargadas. A la vuelta, la lluvia casi nos juega una mala pasada, pero logramos salir de los caminos hasta la estrada principal, donde comimos para celebrar el triunfo de la expedición.
Hasta tiene un merendero desde donde apreciar las cascadas
Luis con el "guía local" que contrató en la propia comunidad
La querida Lucia, la única que nos comprende
Luego toda la comunidad quería ser el guía personal de Luis