Fue mi amigo Astilla el que me hizo escuchar a los galeses Manic Street Preachers, una banda que para mí sigue siendo un misterio en su fórmula y en su filosofía.
Una banda atípica, en el mejor sentido de la palabra. Únicos, solitarios en su épica rockera.
Everything must go es uno de sus mejores discos, o al menos el mejor balanceado. Y tiene una estética que me encanta: una disposición bella de sus letras y sus ideas.
Acá están Kevin Carter y sus trompetas y A design for life, con su clima de vals de fin del mundo.
Un disco energético y apocalíptico, como son los Manics.