Para ser sinceros, la ciudad de Johannesburgo no me atraía en absoluto pero ya que pasaríamos allí el día antes del regreso a casa, no podíamos malgastar el tiempo de ninguna de las maneras. Quedaban atrás unos días espléndidos en plena naturaleza, parques nacionales, paisajes de sabana, animales en libertad y gentes maravillosas. Ahora nos encontrábamos en una de las ciudades con los índices de criminalidad más elevados del mundo, donde una vida humana no tiene ningún valor y donde pasear libremente por sus calles está totalmente desaconsejado.
Sin embargo, nuestro máximo interés no se centraba en la capital económica del país, sino en Soweto (anagrama de South West Township) o barrio del Suroeste. Soweto representa el lugar de máxima lucha contra el apartheid hasta la elección de Nelson Mandela como presidente del país en 1994. Es una gran área urbana situada a 24km de Johannesburgo y con una población estimada de unos 4 millones de personas.
Decidimos contratar un guía que nos acompañaría a conocer los lugares más representativos y después de circular por un laberinto de autovías y circunvalaciones por fin llegamos a Soweto. No se puede decir que sea un lugar del cual te vas con un grato recuerdo, pero en sus calles se resume gran parte de la historia de ese complejo país y es por ese motivo que algunos turistas se acercan por allí a pesar de su aspecto poco atractivo.
En época del apartheid, Soweto fue construida para alojar a los africanos negros que hasta entonces vivían en áreas designadas por el gobierno para los blancos.
Actualmente la población continúa siendo mayoritariamente negra y se divide en tres barrios claramente diferenciados.
La zona rica es con diferencia la más pequeña, pero llama la atención que la mayoría de las casas no tengan ni alarma ni vallas electrificadas. Nos comenta el guía que, contrariamente a lo que pueda parecer, el barrio es más tranquilo que cualquier calle de la vecina Johannesburgo y algunas familias adineradas prefieren establecerse en Soweto.
Los barrios pobres cubren una gran extensión donde las chabolas se amontonan en unas condiciones de precariedad absoluta. No disponen ni de agua corriente, ni electricidad ni tampoco sanitarios en las casas. Son zonas altamente peligrosas donde el grado de criminalidad es elevadísimo, con unas cifras que ponen los pelos de punta. Aquí viven muchos inmigrantes que llegan de Zambia, Zimbawe y otros países vecinos o emigrantes de la propia población rural de Sudáfrica que acudieron a Johannesburgo, centro de la industria del oro y diamantes, en busca de mejores condiciones de vida y lo único que encontraron fue la más absoluta miseria.
Por otro lado, la zona media de Soweto está creciendo rápidamente y podría compararse a cualquier barrio de cualquier ciudad si no fuera por los hechos que en sus calles tuvieron lugar algunos años atrás.
Paseamos por delante de la casa de Winnie Mandela, la que fuera segunda esposa del ex presidente Nelson Mandela. Justo delante, se levanta una guardería y algunos niños se acercan a nosotros mientras canturrean unas palabras que no entendemos. El guía nos comenta que nos están llamando “¡blancos, blancos!”.Llegamos a la calle, única en el mundo, que se puede vanagloriar de tener las casas de dos Premios Nobel: Nelson Mandela y Desmond Tutu. Mandela vivió en Soweto hasta que lo encarcelaron en Robben Island y su casa es actualmente un pequeño museo. En el otro extremo, se encuentra la casa donde vive todavía Desmond Tutu, el obispo que luchó por los derechos de la población negra y condenó de forma absoluta la precariedad de la situación. En el cruce de la misma calle, un 16 de junio de 1976, tuvo lugar el suceso más dramático de la historia de Soweto y probablemente de toda la historia de Sudáfrica. Aquel día, miles de estudiantes decidieron que las cosas habían llegado demasiado lejos. Una ley impuesta por el gobierno del Partido Nacional, obligaba a las escuelas a impartir la enseñanza en afrikáner en lugar del inglés. Afrikáner, el idioma del opresor, representaba para ellos algo más que la simple imposición de una lengua que no hablaban ni entendían. Los jóvenes salieron a manifestarse de forma pacífica pero 170 estudiantes murieron en manos de la policía. La foto del cuerpo sin vida de Héctor Pieterson en brazos de un amigo dio la vuelta al mundo entero. Visitamos el interesante Museo Héctor Pieterson donde se encuentra amplia información gráfica, fotos y vídeos sobre aquellos lamentables hechos.
A lo largo de los años posteriores, cada 16 de junio los estudiantes se reunían en la Catedral de Regina Mundi como recuerdo de la trágica fecha. El guía nos mostró diferentes puntos donde se pueden ver impactos de bala disparados por la policía así como el mármol del altar, roto por la culata de un rifle.
Volvimos a reencontrarnos con el guía y nos dirigimos hacia la gran urbe de Johannesburgo donde realizamos un rápido recorrido por sus lugares más representativos.