Que el fútbol tiene una enorme carga emotiva, eso es innegable. Si el tema en cuestión es el fútbol en Argentina pasa a otro nivel. Pero si, concretando, tratamos de un Boca-River como la final de la máxima competición del continente americano como es la Copa Libertadores, eso ya es el acabose.
Sólo podemos hacernos una idea los que no habitamos allí. Hay que ser parte de la historia, sentirlo y vivirlo in situ para aproximarse a entender lo que supone ser para los sentidos un partido como este.
No puedo decantarme por Boca o por River y aunque pueda representar un sacrilegio siquiera mencionarlo, es lo que siento y digo que ante una final como la de mañana soy de Boca y soy de River.
Estremecedor para mi fue pisar ese vestuario y comprobar el micromundo que es un club como Boca donde todo es Boca.
Y qué decir de River, superestructura y magna organización. Fue una pasada visitar el Monumental que impresiona hasta sin público.
Si me hubiera gustado nacer argentino no es por otra razón que para ser de Boca o de River.
Haré todo lo posible para que, antes de retirarme de este mundo, ver un Boca-River o un River-Boca.