Tal vez no se haya creído aún la carambola que llevó su trasero al banco azul del congreso y convirtió su garboso cuerpo serrano en inquilino del Palacio de la Moncloa. Los 84 diputados que representan al socialismo en esta legislatura son escasos, -mucho- para gobernar un país como este, aunque sea un poco de pandereta; además, es el peor resultado en la historia de su partido; con tan escaso bagaje -político y personal- el Sr. Sánchez acudió a la cadena amiga -la sexta, claro- para ser entrevistado por la Sra. Pastor, que sería menos incisiva que otros profesionales de los “mass media”. Durante la hora que duró el encuentro, la disculpa esgrimida por el líder socialista para no responder a algunas cuesiones, fue su condición de “presidente del gobierno”, extremo que repitiò hasta diez veces en tan escaso lapso de tiempo.
Analizar el motivo de esta profusión de autobombo es difícil. Puede tratarse de un complejo -ahí se lo dejo a los psicólogos- de la expresión de su propia inseguridad y de otras muchas cosas, pero la opinión de este humilde “blogger” es que todavía no se lo ha creído. De verdad.
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