Revista Coaching
Monumentos, paisajes, calles, objetos... en calma... Y nosotros, las personas, en tantos momentos agitados, casi siempre distraídos, a cada rato en desazón.
Pero, tras nuestro personaje inquieto, vive un ser apacible, que no busca, que no se agita, porque nada pretende. Sólo Es. Nos observa compasivamente, sin juicio alguno y con mucho amor. Está tranquilo, como si de un majestuoso monumento se tratara, como un sosegado paisaje, igual que una calle silenciosa y despoblada; tan reposado como un objeto de inconmensurable valor, que ha permanecido intacto y perenne, de generación en generación.