Los niños necesitan rutinas, en especial cuando son más pequeños. Soy de las que están convencidas de que con límites y reglas claras la convivencia es más simple para toda la familia. En casa repetimos palabras, situaciones, rutinas, frases y hasta sermones completos en muchas oportunidades y puede llegar a ser molesto y aburrido, para ellos y en especial para nosotros.
Hay momentos de caos, de repetición, de rutina, de alegría extrema, de paz, de silencios, de ruidos, de calma, de angustia, de hambre, de juegos, de retos o de amor, todos juntos y necesarios para crear cada uno de nuestros hogares.
Es decisión nuestra ser felices, encontrar ese algo que permite pasar de algunos instantes no tan lindos a otros de belleza absoluta.
¿Qué es para mí la felicidad? No es estar todo el día riendo, haciendo chistes o a las carcajadas. Para nada. Para mí tiene que ver con un sentimiento de paz interior que permite ver lo bueno de la vida en las pequeñas cosas que pasan de lunes a lunes durante las 24 horas de cada día.
Para nosotros hay momentos que son de disfrute total, como las cenas donde todo fluye, cuando las anécdotas del día son lindas o por lo menos las podemos tomarlas con humor y estamos dispuestos a darle una sonrisa al que necesita más comprensión. Ahí, sin que quizás nadie lo note, me tomo unos segundos para guardar esa experiencia en mi memoria. Voy generando mi propia base de datos de momentos únicos, que no necesitan cámara ni computadora, a donde recurro cuando necesito paz y energía positiva.
Y así también hay días, horas o minutos donde debemos llevar adelante las rutinas típicas de cada familia: cocinar, lavar los platos, ordenar, revisar placards, ayudar a los chicos, retarlos por algo, ir a hacer las compras, llevarlos al médico, volver a cocinar, darle de comer al gato, hacer el presupuesto hogareño, planear las vacaciones, revisar cuadernos, chequear si hay piojos y pasar los peines, ir a las guardias, volver a cocinar, ordenar lo que se desordenó, retar a los peques para que lo hagan ellos, volver a cocinar, hasta el infinito y más allá.
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