Sintiéndolo mucho, me he dedicado a lo mío de Mari veraniega. No me interesa el fútbol, ni el baloncesto ni el ciclismo; en general, más bien, he creído siempre con fe firme y ciega que los deportistas visten los colores, pero trabajan para ellos y su equipo, cumplen con su profesión, ganan su dinero y la gloria es para ellos. Como en el mundo clásico -donde, por cierto, el premio era una honrosa corona de laurel y una estatua en el circo: ni un dracma, oiga.
Aunque ayer leía que puede que tanta paraonia futbolera pueda venir bien para salir de la crisis... O es que la gente necesita, como decía Juvenal, un poco de pan y circo. Por aquello de animarse, vaya.
