Soy lesbiana y muchas otras cosas menos. Otro concepto más que crearon para etiquetar a las personas que sólo nos enamoramos de mujeres, de algunas mujeres… porque parece que por el hecho de ser lesbiana nos tengan que gustar ya todas nuestras amigas, conocidas, vecinas, compañeras, camareras, cuñadas, maestras y cualquiera con un par de “tetas”, bien puestas o no.
El problema aparece cuando te CREES que tu “quién soy” es eso. Soy culé, soy enfermera, soy de izquierdas, soy espiritual, soy vegana, soy yang, soy catalana o española o europea, soy mental o emocional, soy diurna o nocturna, soy soy soy… Nos cargamos de IDENTIDADES para así poder agarrarnos a algo con lo que sostenernos, para no sentir ese vacío que viene precisamente de llenarlo de todas esas caretas con las que nos vestimos, con las que nos disfrazamos.
Cuando empiezas a soltar todo lo que crees ser, todo aquello a lo que te apegas para “ser alguien”, porque si sientes que eres “nadie” te hundes en tu soledad, entonces es cuando empiezas a sentirte LIBRE, libre de verdad, cuando tu mochila se aligera y puedes volver a volar.
Pero preferimos estar encerradas en nuestro armario arcoiris o en el de cualquier otro color, himno, bandera, símbolo, marca o religión con tal de no salir de él y perdernos en nuestro “yo universal”, en nuestro silencio más infinito y eterno que no puede ser ni siquiera pronunciado, en el único espacio que habitamos ausente de paredes, de muros, de fronteras y de fortalezas, el único lugar posible para encontrar esa respuesta que tanto buscamos Fuera.
No soy un cuerpo aunque éste sea mi vehículo. No me siento hombre ni me siento mujer, sino un ser humano que piensa, ríe, llora, patalea, sufre, se cae, se levanta, se tropieza, aprende, evoluciona, se enamora, se desenamora, que va y que viene según sople el viento y según cómo la luna crezca, que a veces se baña en lágrimas y otras en sonrisas, que a veces se muere de amor y otras de risa pero que siempre resucita.
No soy ninguna máquina a la que alguien externo le da cuerda para que camine por donde él quiera, a la que nunca se le caen los tornillos por lo mucho que se los aprieta. Programada para no verse, para no reconocerse, para no darse cuenta, para no ser consciente, para no investigarse, para no latir, para no escucharse, para no poder sentirse y para así, nunca lograr Amarse.
¡Qué va! Soy lo que queda cuando me desprendo de todo eso.
Si te identificas con tu personaje, el que hayas elegido, lo único que consigues es limitarte, encerrarte, aprisionarte, en lugar de abrirte a la Vida, a todo lo que te puede ofrecer, a todo lo que te está llegando pero que no eres capaz de ver porque llevas puestas unas gafas exclusivas para “ti”, que sólo te permiten percibir aquello que es acorde a la identidad que te has creado y creído. Todo lo que se salga de ahí, pasa de largo por delante de tus narices.
Entonces es cuando los demás son raros, no los entiendes, de dónde habrán salido, qué vergüenza, a quién se le ocurre, menudo personaje o está loco. Para mí es intolerancia, prepotencia, falta de respeto y vanidad, por creerte mejor y más que otro, cuando tú ni te atreves, ni te acercas lo más mínimo a ser transparente, a ser como eres.
Crees que la Realidad es sólo tu verdad, cuando la estás continuamente manipulando y tergiversando con las interpretaciones que haces sobre ella, pintándola con tu propia ignorancia y proyectándola con cada uno de tus miedos.
Todo el peso que llevan esos “yo soy” nos hunden en el pozo de las lamentaciones, hacen que no nos permitamos cambiar de dirección porque “yo tengo que” seguir el cartel de sus indicaciones para no salirme de un camino impuesto por unos pensamientos que ni me planteo poner en duda por si “dejo de ser”, por si “dejo de existir”. Lo llaman miedo a la Muerte, cuando la calle está repleta de auténticos muertes vivientes. Eso sí, con muchos “títulos” para enmarcar.
Estuve tanto tiempo dentro del “armario” que desarrollé claustrofobia. Ahora cualquier intento de volver a meterme en él hace que mi Corazón se ahogue, así que no me queda más remedio que VIVIR para poder Respirar, sin ser nada por mucho que lo sea todo, y siguiendo el único rumbo que mis latidos me marcan. De esta manera, nada ni nadie puede quitarme ningún derecho, ningún orgullo y ninguna dignidad, porque yo solita me lo guiso y me lo como, porque el poder está en mis manos y porque es únicamente mi Responsabilidad.
¿Lesbiana? Otro cartelito más.
Algún día el Mundo será tan raro
que volverá a SER “normal”
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