Revista Educación

Soy otro

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Hace unos meses di uno de los pasos más complicados y trascendentales de mi vida: comencé a utilizar emoticonos. Sí, ríete, pero lo que me ha costado. Por un prurito absurdo, llevaba años renegando del vasto carrusel de caritas, gestos y demás pictogramas, no fuera que contaminasen el para mí venerado imperio del lenguaje, la casa del ser de Heidegger.

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Pero hete aquí que hace unos meses no sabía qué responder en una tensa conversación de ‘wasap’, no fuera que mi frase se malinterpretase. No tuve salida. Escribí unas pocas palabras y las deslicé junto a una carita sonriente. Como por ensalmo, mi interlocutor me la devolvió y la comunicación fluyó. Desde entonces me he atrevido con sendas caritas para otros tantos estados de ánimos, con un bíceps hipertrofiado y un pulgar hacia arriba. Es increíble, qué economía de la comunicación.

Ahora me acabo de enterar de que la ‘carita sonriente con lágrimas de alegría’ ha sido elegida ‘palabra’ del año 2015 por el Diccionario de Oxford: una tontería como otra cualquiera, pero que refleja cómo estos pictogramas han transido con sus bondades al mismísimo diccionario más prestigioso en lengua inglesa, y yo con reservas pueriles. Si hasta la RAE, que se podía hacer la remolona durante años para recoger una nueva palabra en su acervo, ya ha limpiado, fijado y dado esplendor a la voz ‘emoticono’.

Soy otro, sin duda. Mas mantengo mis líneas rojas: jamás usaré el de los aplausos, ni tampoco al pobre helado de chocolate que algún desalmado influyente logró que haya acabado universalmente identificado con una cagada. ¡Pardiez!


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