No solo para mí, sino para todas las evas del planeta y, me atrevería a deci,r del universo extraterráqueo ha comenzado Octubre, el de los 8 días de oro, laa semanas fantásticas, la llegada del jodido otoño, el cambio de armarios, el descubrimiento por ostión de que en la tintorería nos guardan, sin saberlo la tintorera ni nosotros, un edredón de plumón que lleva en una bolsita de plástico, cual cadáver inerte made in Denmark, algo así como la momia de Tutankammon en su sarcófago…si septiembre es un mes la mar de complicado, en octubre, una vez iniciada la fase amnésica que nos impide saborear los ecos del verano, las dificultades evísticas incrementan su número sospechosamente. Nos damos codazos para matricularnos en el gimnasio, ese del que nos dimos el piro-vampiro en junio, muy seguras nosotras de que nos cabría el trikini sin necesidad de vaselina o liposucción y nos damos “lagrimazos” de rabia e impotencia cuando, al poner la vocecita de glamour-y-como-si-nada para decirle a la recepcionista del gym aquello de “para volver a las clases-tortura…¿hemos de volver a pagar 45 euros de gastos de matrícula?”, debemos aguantar que nos mire de arriba a bajo y nos diga con sorna: “Ah, ¿pero te diste de baja por unos meses?¿todo el verano? Pues…hija…no se te nota nada…ejem…ejem…”
Nos volvemos locas en los probadores de BERSHKA y PULL &BEAR y STRADIVARIUS y todas esas tiendas en las que entran nuestras hijas (y de las que salen cargadas con miles de prendas que les quedan de puta madre y por unos pocos euros) sin nuestra compañía y a las que acudimos nosotros (que salimos con un morro que nos llega hasta los pies y las manos más vacías que la pichonera de un eunuco) temporada tras temporada, sudando la gota gorda mientras nos probamos unos shorts de imposible cierre (o ¿será que las caderas de las evas de mi quinta (no pienso decir mi edad, ala!) no son caderas sino “calderas”?), un suéter maxi que a nosotras nos vendría, con la ayuda de los pastorcillos que ven a la virgen maria en Medjugorje y un calzador, como una minúscula torerita o unos leggins en los que, si tenemos suerte, podríamos entrar en nuestra próxima reencarnación si ésta fuera, con el consentimiento divino de Brahma, re-convertirnos en salchichas Frankfurt o de Albacete, que hay que barrer para la tierra y no olvidar nuestras raíces, EA!
Junto a estas y otras peripecias que me ocupan, como la operación “quita manchas solares de la cara que se-te-ha-quemado con el jodío Sol a pesar de haberte gastado 100 euros en un bronceador, supuestamente manchicida”, es decir, asesino de manchas o “taches”, que en franchute queda mucho “más-mejor”…me veo este octubre-octubrero enfrascada en la misión: “soy-pura-fibra” o, lo que sería más descriptivo, “me-cago-en-la-puñetera-fibra”, que ha culminado con algo que acabo de hacer…
Veréis, acabo de enviar a los directores comerciales y a los departamentos de atención al cliente una carta multidifusión que, afortunadamente, no lleva incluida los “aires de mi ira” porque si los llevase…en vez de aires, y eso esta muy feo decirlo cuando estoy hablando de “fibra” alimenticia, iban a ser vendavales o vientos huracanados. A estos señores (porque imagino que serán adanes y no evas) directores de FONTANEDA-DIGESTIVE, MARBÚ, DANONE, NESTLÉ y KELLOGS les va a llegar en unos días la misiva que os paso para que, si queréis, unáis vuestra “firma-queja-mala-leche-evística” a la mía, que de este modo va a pesar como si tuviese dentro 1 tonelada de…fibra:
“Mis muy queridos señores, y les llamo “míos” porque a estas alturas ya soy más de ustedes que del banco (cosa difícil pero, como he comprobado, posible) ya que me gasto en sus productos más que el marido de Alaska en tinte negro y Khol-Kajal de ojos, antes de darme mil series de mil cabezazos en la pared de mi comedor-salón del loft que habito, y que tendré que poner a subasta porque no tengo ni un euro y lo que tengo lo he dado de anticipo en la clínica de adelgazamiento a la que voy a ir, si estas piernas-jamones me llevan…me gustaría echarles una bronca XXL. ¿Por qué? Pues…porque cada día me hincho como un globo sonda con sus productos…sí…esos que ustedes etiquetan con una palabra con letras descomunales, que se ve bastante menos que los numeritos esos de tres cifras con los que nos deben informar sobre la avalancha de calorías que nos metemos entre muslo y ombligo cuando mordisqueamos sus adorados “productos con fibra que no engordan y estimulan el tránsito intestinal”: FIBRA.
Mi adán, que octubrea como yo y, también como yo, sufre el síndrome de “no-me-puedo-pasar-el-cinturón-después-de-las-cervecitas-veraniegas”, está convencido de que sus productos, esos que te ponen la fibra por el body, y se supone, te ordenan el “tráfico” intestinal y , por consiguiente, como decía el muy ilustre Felipe González, te esbeltean y te dejan como un papelillo de fumar, ligerita de estómago y “residuos-ejem-ejem-cuyo-nombre-no-puedo-escribir-sin-eufemismos”… así que cada mañana, cuando tiene la quincena hogareña, las 2 semanitas que libra de subirse al camión y se queda en casa (para no librarse, ni con bula papal, de “subirse” a la abajo firmante), me prepara un desayuno fibroso que, por cierto me está haciendo tener un cuerpo no fibr”oso” sino de “oso”, empeñado en que lo que me pone delante es “un desayuno bajo en calorías y alto en fibra para que mi/nuestro semáforo intestinal esté en verde, o ámbar, al menos 2 veces al día”: Soja Con fibra, Colacao con fibra, eso sí, con sacarina con fibra, acompañado de galletas digestive de soja y fibra (que son tan gruesas que parecen las ruedas de un trailer), tostadas con pan con fibra, sobre las que quedan extendidas y expuestas, para sonrojo de la báscula, esa que tenemos oculta en el bidet que no gastamos desde que la abuela Engracia faltó, dos cucharadas de mermelada de ciruela verde y un yogurt…CON FIBRA!!!
Claro que todo es con FIBRA…claro… fibra de acero, porque los dos estamos fibrosos, engordados, pero fibrosos, con tanta fibra que yo creo que cualquier día nos quedaremos pegados como imanes a la puerta de la nevera. Hemos comprado un dispensador de tickets con número, para darnos la vez y no amontonarnos en el pasillo de casa (no cabemos juntos, con tanta fibra) y en el acceso al toillette…porque…al baño sí vamos, sí…es una fibra muy aseada, y nunca mejor dicho…Si mi abuela Candelaria levantase la cabeza, seguramente, diría: “Hay que joderse…estáis como cabras, hijos míos…mira que tener que engordaros unos a otros como gorrinos para ir al váter a …aliviaros el tráfico ese de dentro, coroque habéis perdido la cabeza…”
Así que, mis muy estimados señores de la fibra…no nos engañen, aclárenle a mi adán lo de la fibra y explíquenle que la fibra no es dietética, que no adelgaza y que, al fin y al cabo, los supositorios Rovi son menos fibrosos, pero más dietéticos y rápidos y si no…que se lo pregunten a mi abuela candelaria, que no se los dejaba ni en las excursiones de un día del IMSERSO.
Afectuosamente suya (y de la fibra)
Candelaria, alta en calorías y con el intestino más limpio que los Golden chorros (chorros del oro, nota del traductor)
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