Revista Opinión
Hay días que cuando te levantas de la cama empiezas a sentir que la cosa se va a torcer. Es una intuición. Vas a hacer café y mira por donde no queda ni un paquete. Te dices -no pasa nada- pero respiras fuerte y te preguntas -joder, ¿cómo nos podemos quedar sin café?-. Quedarse sin café por la mañana es como ir a encender el móvil y no tener batería. Falta de previsión sin duda. Es como cuando vas a hacer una presentación y no te llevas el pendrive donde tienes la información. Esa presentación que te has estado currando tanto para impresionar a alguien, porque te la encargaron a ti y porque además te gusta lo que haces.
Pero yo soy un hacedor ¿Y tú? soy un hacedor porque aunque no haya podido tomarme el jodido café e incluso me haya dejado el pendrive voy a buscar soluciones. No voy a quedarme parado, inerte, igual que un gato de escayola. Voy a hacer que algo suceda para cambiar las cosas, para darle la vuelta a la tortilla, porque eso es lo que hace un hacedor: darle la vuelta a una situación problemática.Y cada persona tiene una manera de valorar los problemas. Para algunas es quedarse sin café, no acabar el trabajo a tiempo y para otras no salir a correr cuando se había comprometido a hacerlo o no empezar a buscar trabajo en el momento que se lo propuso.Así que amig@s, aunque ya lo sabéis, es conveniente que alguien os lo diga:
Sois hacedores, cambiáis situaciones complicadas por situaciones que os gustan. Hacéis cosas, os movéis para cambiar las cosas que pensáis que hay que cambiar. No os conformáis, ni os resignáis. Sois hacedores de vuestro presente y no esperáis que alguien os lo construya. Sois hacedores del buen hacer, de compartir y de colaborar. Sois hacedores de una vida que queréis llevar y no de una que os quieren dibujar e imponer.
Un hacedor también tiene miedo, como todas las personas cuando hacen algo diferente que no sabe como va a acabar, pero como dice Isra García: "Todos tenemos miedo a fallar, pero eso es irrelevante, lo verdaderamente importante es cómo canalizas ese miedo".
Por eso sabemos que ser un hacedor cuesta ¿verdad? Cuesta porque tienes que cambiar el paso en mitad del baile y a lo mejor, delante de todos y puede que tenga miedo a hacer el ridículo y para esto necesitas un valor y una confianza en tí mism@ que todo el mundo no tiene. Por eso tiene tanto mérito ser un hacedor, porque es disruptivo, apuesta y genera acción.
Y la acción en el hacedor provoca energía e ilusión. Sabe que está cambiando las cosas, que está fortaleciéndose, que aunque no consiga el resultado esperado, estará satisfech@ porque ha reaccionado y ha intentado solucionar los problemas. Sonreirá porque ha sido capaz de moverse. No ha sido mediocre, ha sido extraordinario en su nivel de respuesta ante una situación que creía que había que cambiar.
Soy un hacedor ¿Y tú? tú también lo eres porque por mucho que te digan, sabes que en tu interior encuentras respuestas, encuentras las soluciones y no esperas a que alguien te las dé, porque las propones tú.
Me gusta ser un hacedor porque demuestra que las personas tenemos la capacidad de resolver problemas, de aportar soluciones. Aunque ha veces nos digan lo contrario. Porque aunque hay momentos críticos que no te gustaría vivir, lo cierto es que esos momentos harán que adquieras capacidad de resolución, que te conviertas en un hacedor no sólo teorico, sino también experimentado. La experiencia apuntala el conocimiento y el desarrollo personal.
Así que, por si no lo sabías, soy un hacedor ¿Y tú?