Revista Cultura y Ocio
Vetusta Blues. -“Soy un inkulto”
El debate de los últimos días en la ciudad nos devuelve a la cultura. A la cultura y, nuevamente, al choque de lo público y de lo privado. A todo tipo de enconados choques como hacía meses no disfrutaban unos, no padecíamos el resto. Leyendo algunas declaraciones y escritos de algunos de los rivales políticos he llegado a una triste conclusión, a un terrible corolario con el que apuntalar lo que llevo de existencia: soy un inkulto, así con “k”. Inkulto y radikal, todo por una serie de razones que aportan los grandes nombres de mi ciudad, de mi amada ciudad, esos “principales” de nombre y apellido que aún conservan ciertos poderes en Oviedo, la ciudad que quiero y en la que he luchado por sobrevivir. Pero, ¿qué quieren que les diga? Para ellos, soy un inkulto, con la “k” de radikal.
Uno cree que hay muchas disciplinas de las que se nutre la cultura, aunque en este Oviedín del alma parece que sólo hay una. De poco me sirve haber asistido a miles de conciertos. De menos, mi discografía en vinilos y cds, que debe andar por las cuatro mil referencias. Tampoco valen las películas en dvd o vídeo, también superando los mil títulos. De los libros, ¿para qué les voy a hablar? Siempre recuerdo la anécdota que le contó la gran Concha Quirós a mi madre sobre una señora de esas “principales” de la ciudad, que le encargó una amplia colección de libros siempre y cuando sus lomos fueran de un determinado color para hacer juego con las estanterías de su costoso mueble. Entre los libros de mi madre y los míos reunimos cantidades milenarias y no han sido comprados, precisamente, por el color de su lomo. Pero, no. Soy un inkulto, con la “k” de radikal.
Soy un asiduo de los conciertos en la Lata de Zinc y La Salvaje. En tiempos acudí regularmente a las bibliotecas, antes de que se instaurara la estupenda red que tenemos en la ciudad los ovetenses y que debería seguir siendo impulsada. Flipo con los encuentros de los clubes de lectura de la ciudad, tanto con los grandes nombres como con los que nos dedicamos a ello en un plano más minoritario desde Asturias (aún no me ha tocado uno de estos encuentros, pero autores amigos como Ignacio del Valle o Marcelo García me han hablado fenomenal de ellos). Lamenté la desaparición de la Obra Cultural de CajAstur, aprovechando la crisis que transformó la entidad en un banco más (o peor que otros) y que se cargó los ciclos de cine o propuestas musicales tan estimulantes y actuales como “Interesecciones” o “Músicas del Siglo XX”. Voy menos al teatro desde que mi madre tiene problemas de movilidad, aunque recuerdo haber disfrutado de obras de autores excepcionales como Buero Vallejo. Y no, no estoy ni mucho menos en contra de los Premios Princesa de Asturias. Pero, según las declaraciones de algunos dirigentes políticos de mi ciudad, soy un inkulto, con la “k” de radikal.
¿Y saben por qué? Porque a mi no me parece mal que se eliminen los Premios Líricos que consumen 260.000 euros que veo bien se dediquen a otro tipo de actividades culturales. Porque me parece contradictorio que se hable de una industria cultural con iniciativa privada y, luego, se lleve la parte de león de las subvenciones municipales, esos mismos que desdeñan la gestión pública. Porque me flipa que un acto concreto, celebrado en una noche pueda llevarse una cantidad aproximada a la subvención que recibe el Festival de Cine de Gijón de su Ayuntamiento (450.000 este año), consiguiendo una relevancia nacional infinitamente inferior. Y porque a pesar de todo lo que me gusta la música, muchas músicas distintas, a mi no me gusta ni la ópera ni la zarzuela. Será por eso que uno es inkulto, con “k” de radikal a pesar de todo.
MANOLO D. ABAD