Soy único.
Otro mantra. Al fin y al cabo, todo son mantras.
Soy un don nadie de mierda me catapulta a la realidad de lo diminuta e insignificante que es mi existencia, mi vida, o lo que a mi ego le gusta creer que es y que hace, al mismo tiempo que me recuerda instantáneamente la ineficiencia de mis acciones, mis interacciones y mis preocupaciones, o al menos lo inútil del 90% de éstas.
Sin embargo, el ego siempre estará ahí. Por mucho que me lo curre, que lo hago, dudo que alcance la iluminación, el despertar total, el nirvana, la gloria eterna. Tampoco me interesa mucho. Paso del tema. Yo lo que quiero es llevarme bien con mi ego, conmiego, conmigo, así que hace un tiempo decidí hacerle un regalo a mi ego, al yo soy verbalizado, y etiquetarle. Etiquetarme.
No vayamos a ser ingenuos. Recordemos que el 90% de este discurso es basura, y afirmar –y creer– que el único juicio que hago sobre mí mismo es uno, sólo uno, sería inocente mentira.
Pero, siguiendo con el hilo, si he de etiquetarme conscientemente, mántricamente, sin olvidar la base, aquel don nadie –otra etiqueta–, si he de hacerle un regalo a mi ego –y al del resto de la humanidad, por qué no–, no se me ocurre otro que éste: soy único. En plural, somos únicos. Todos.
Soy único es una verdad. De las pocas que hay, si no la única.
Soy único es neutral.
Soy único no es egoísta. Tampoco altruista. Ni ista.
Soy único me sintoniza con la realidad de que esta vida es una y de que no hay otro yo. Yo soy yo. No hay más yo. Nadie más que yo. Y nadie menos. Nadie mejor que yo. Y nadie peor. Nadie puede ser yo.
¿Por qué soy? ¿Por qué estoy? No tengo ni idea y tampoco intento responderlo. Muchos enloquecieron –y enloquecen a diario– intentando responder. Se quedaron por el camino. Yo estuve a punto. ¿Para qué soy lo que soy?, ¿para qué hago lo que hago?, se preguntan algunos otros, los que inventan sentidos para sus vidas, siempre a posteriori. Otra ilusión, más tiempo perdido, responder. Lo único que sé es que soy y estoy; será por algún motivo, será para algún motivo, aunque dudo que algún día lo sepa –desistí.
Así que si soy, será por algo y para algo. ¡Seamos algo!
Soy único me obliga a ser. Me empuja, me mima, me alienta, me anima.
No sé si lo que soy, lo que hago es bueno, malo, importante, fútil. Si alguien ha de juzgarlo, que sean los demás, no yo. Pero si tengo la posibilidad de ser y hacer, tengo la responsabilidad de ser y hacer. No puedo despreciar ese presente, el presente.
Soy único me oxigena, me centra, y me concentra en que tengo algo que decir. Mucho que decir. Todo por decir. O hacer. O ser.
Tú también eres único.
