Mis relaciones con mi banco no son malas, son peores.
No fueron capaces de ponerme el TPV virtual de Nupaní, porque no sabían qué era eso y según me dijeron estaban de ERE y no se sabía quién se quedaba encargado del tema. Después de un mes largo de gestiones, me tuve que ir a otro banco para la cuenta de la tienda y el comercial y yo intercambiamos unos cuantos correos la mar de divertidos, así que voy allí para lo estrictamente necesario. El resto lo hago por internet.
Esta mañana tengo que hacer una gestión presencial, así que aprovecho que estoy en otro pueblo para hacerla.
Llego, hago la gestión y me dice el cajero que firme en el aparato para firmar digitalmente.
Yo soy zurda, pero no soy de las zurdas que giran la muñeca con el papel en posición “normal”; soy de las zurdas que escriben con la muñeca en posición “normal” y giran casi 45º el papel.
Pues resulta que voy a mover el aparatito para firmar y que no se mueve. Pienso que quizás tenga un sistema tipo ventosa, para que esté firme en la mesa pero intento levantarlo o moverlo y nada. Me empiezo a acordar del mando a distancia de la tele en aquel hotelito encantador que me llevó el Consorte en Los Angeles.
Levanto la vista y me encuentro al cajero, que sus ojos van del aparato a mí alternativamente y su mirada me está diciendo con claridad: “Vamos, que la abuela ha decidido cargarse el aparato de firma digital…”
-¿Perdona, cómo muevo esto?
-¿Y para qué quiere moverlo?
No me podía tocar el cajero pasota, no; me tenía que tocar el cajero curioso, inquieto, ávido de saber…
-Pues para firmar.
-Pues firme.
-Ya, lo que ocurre es que para hacerlo tengo que girar el aparato y ponerlo en una posición determinada porque soy zurda.
-Pues está fijo y no se puede mover.
-Pues si no lo puedo mover no puedo firmar.
-Pues no lo entiendo ¡Hace falta ser rara! Mi mujer también es zurda y no necesita hacer eso.
Dolega pone cara de madre y le dice dulcemente con la mirada:
¿Y a mí qué carajo me importa, borde de mierda, si tu mujer no necesita mover el papel para escribir. Qué tal si mueves el maldito cacharro este para que firme de una vez?
Pero prefiero ponerme mi disfraz surrealista.
-Ahhh, pues será porque tu mujer es zurda del tipo 1, pero yo soy zurda del tipo 2. Somos muchos menos, pero tenemos la ventaja de que como no hemos forzado la zona lateral del hipotálamo, mantenemos intactas nuestras capacidades de reacción a nivel endocrino y de actividad sexual. Son las consecuencias por la manía que tenían hace años de obligar a los niños zurdos a escribir de determinada manera. ¡Bueno y antes les obligaban a escribir con la derecha! Hazme caso, sé de lo que te hablo.
Lento movimiento de cabeza y mirada comprensiva directamente a sus ojos.
Flipando, lo tengo flipando…
-Bueno, pues no sé cómo lo vamos a hacer hijo, porque yo con esto así no puedo firmar- y sonrío como una dulce ancianita.
Cuando ha digerido lo del hipotálamo, pestañea tres veces y empieza a manipular en la parte de abajo del mostrador, pero en su lado.
-Es que lo hemos tenido que fijar porque se caía todo el rato. Mire a ver ahora.
Intento moverlo y efectivamente, con esfuerzo logro girar el artilugio y firmar.
Termina de hacer la operación y me da el resguardo. Está pensativo, muy pensativo.
-Aquí tiene. Todos los días se aprende algo nuevo.
-Así es hijo, pero los de tipo 1 son también personas muy adaptables e inteligentes. Piensa que hemos tenido que vivir siempre en un mundo al revés. Lástima ese pequeño hándicap.
-¡Ya ya, qué ve a usted a contar!
Me levanto plácidamente y me marcho pensando:
“Ya verás cuando llegue a casa esta tarde y le suelte a la parienta lo de la zurdez y el hipotálamo ¡Lo saca a escobazos de casa!
Menos mal que está San Google para deshacer el entuerto.