Cuatro astronautas estaban listos para lanzarse en el cohete SpaceX Crew Dragon “Resilience” con rumbo a la Estación Espacial Internacional este domingo. Es la primera, de las que Estados Unidos espera sean muchas, misión de rutina luego de un exitoso vuelo de prueba a fines de la primavera.
Tres estadounidenses, Michael Hopkins, Victor Glover y Shannon Walker, y el japonés Soichi Noguchi despegarán a las 7:27 pm del domingo (00:27 UTC) desde el Centro Espacial Kennedy en Florida.
En mayo pasado, la compañía SpaceX completó una misión de prueba que demostraba que podían llevar astronautas a la EEI y traerlos de regreso a salvo. Un hecho que pone fin a casi una década de dependencia de Rusia para los viajes en sus cohetes Soyuz.
“La historia que se está haciendo esta vez es que estamos lanzando lo que llamamos un vuelo operativo a la Estación Espacial Internacional”, dijo el viernes a la prensa el administrador de la NASA, Jim Bridenstine. Al lanzamiento asistirán el vicepresidente Mike Pence y la segunda dama Karen Pence.
Novedades tecnológicas pero que recuerdan al pasado
La tripulación llegará a su destino alrededor de las 11 pm del lunes por la noche, uniéndose a dos rusos y una estadounidense a bordo de la estación, y permanecerá durante seis meses.
El Crew Dragon a principios de esta semana se convirtió en la primera nave espacial certificada por la NASA desde el transbordador espacial hace casi 40 años. Es una cápsula, de forma similar a la nave espacial que precedió al transbordador espacial, y su vehículo de lanzamiento es un cohete SpaceX Falcon 9 reutilizable.
Al final de sus misiones, Crew Dragon despliega paracaídas y luego salpica en el agua, al igual que en la era Apolo.
La NASA recurrió a SpaceX y Boeing después de cerrar el programa del transbordador espacial en 2011, que falló en sus principales objetivos de hacer que los viajes espaciales fueran asequibles y seguros.
La agencia habrá gastado más de 8 mil millones de dólares en el programa de tripulación comercial para 2024. Esto con la esperanza de que el sector privado pueda ocuparse de las necesidades de la NASA en la “órbita terrestre baja”. Una forma de delegar responsabilidades con misiones rutinarias para centrarse regresar a la Luna luego llegar a Marte.